GREGORIO ORTEGA MOLINA
*Consideran que los programas sociales son el camino a la salvación, y los plásticos del bienestar el pasaporte que les asegura su acceso al Paraíso perdido. Olvidan que los recursos fiscales no son eternos, y el dinero que se pone en sus manos proviene de los impuestos que pagan o pagaron ellos mismos y sus familiares. Pero, como dijo Yogi Berra: esto se acaba, hasta que se acaba. Todo tiene un final, y no siempre es feliz
Los populistas de derecha e izquierda (supuesta) al recorrer su camino se encuentran. Entre ellos no hay líneas paralelas, sino que son los dos extremos de la misma urdimbre: coinciden en el resultado de sus promesas y proyectos efectuados o concluidos a medias, o mal hechos.
El presidente mexicano sostiene que los argentinos cometieron un auto gol al entregar el poder a Javier Milei, y expresa en voz alta su opinión, porque le sorprendió verse en el espejo, con ese efecto que proporciona ver la imagen propia, cuando la derecha y la izquierda se confunden porque nos vemos tal cual somos.
Es la misma estridencia que escuchamos desde que Andrés Manuel López Obrador daba sus conferencias como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y Ricardo Benjamín Salinas Pliego me reclamaba porque le ponía cámaras y sus conductores lo convertían en noticia. Decidí olvidar las expresiones verbales del propietario de TV Azteca, tan similares en gesto a las del recién triunfador político de Argentina.
La molestia real del presidente de la República radica en que le causa escozor que otro líder de América Latina ocupe el foro que sólo a él corresponde. Y sí, Javier Milei llena planas en los diarios, y minutos en radio y TV, porque su estridencia, desatinos y ocurrencias son información que vende, y porque tenemos la obligación de estar atentos a las consecuencias de sus decisiones: ¿Desastre? ¿Acierto?
Borges, Cortázar, Bioy, Sarmiento, deben llenar las cuencas de sus ojos de lágrimas, debido al futuro inmediato que se cierne sobre Argentina. Acá, nadie lloró por México, y así los fieles adeptos, buenos y sabios, pagan las consecuencias sin siquiera percibir el costo real de su decisión electoral, que caerá sobre las espaldas de sus hijos y nietos. Consideran que los programas sociales son el camino a la salvación, y los plásticos del bienestar el pasaporte que les asegura su acceso al Paraíso perdido. Olvidan que los recursos fiscales no son eternos, y el dinero que se pone en sus manos proviene de los impuestos que pagan o pagaron ellos mismos y sus familiares. Pero, como dijo Yogi Berra: esto se acaba, hasta que se acaba. Todo tiene un final, y no siempre es feliz.
¿Durará la 4T lo que duraron el PNR, PRM y el PRI? Lo dudo.
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