GREGORIO ORTEGA MOLINA
*Hay muchos mexicanos que rezan porque el país se encuentre, pronto, en paz, pero en ninguno de ellos hay buena voluntad, porque siempre y como método de supervivencia, anteponen sus intereses a los de la comunidad, o su idea de trascendencia histórica a lo que realmente ha de hacerse para rediseñar el futuro, gentrificar a la República y sus instituciones, desaparecer el presidencialismo, garante de impunidad y corrupción. ¿Dónde encontrar un Adolfo Suárez mexicano?
¿Tenemos idea del tiempo que ha transcurrido desde que se perdió la paz social en México? ¿1° de enero de 1994, o 19 de marzo del mismo año? ¿Con el reinicio de los crímenes políticos? ¿Cuándo Raúl Salinas de Gortari desorganizó los acuerdos entre cárteles, y metió la mano al cajón?
Imposible fechar un suceso preciso. Lo cierto es que hace muchos años el reguero de sangre crece, y el anhelo de paz en las calles se transforma en la de los sepulcros, en fosas clandestinas, en San Fernando, en el incendio de la estación migratoria de Ciudad Juárez, en un creciente número de desaparecidos, como nunca antes contabilizados, a pesar del empeño de Andrés Manuel López Obrador por suplantar la realidad, fingirla, disfrazarla, siempre con sus propios datos.
Hay ciudades o municipios o comarcas o extensiones de la república convertidos en campos de batalla, donde lo mismo se muere por nada que por una tonelada de fentanilo, metanfetaminas, coca o mota. Y otros lugares donde la violencia se viste de gala, y lo que se disputa son las concesiones gubernamentales, las exenciones fiscales, los cargos de elección, la venta de servicios y bienes para responder a las necesidades de los gobernados. ¿Cómo explicar, entonces, la profundización de la quiebra de Pemex, y el crecimiento de la deuda de CFE?
En todo este sainete por el pleito del billete, también hay acuerdos cupulares, simulaciones, tacos de lengua, como el alimentado al alimón por el presidente de México y el propietario de TV Azteca. Como afirman los chavos de esas bandas que son dueñas de las calles: ahí no hay purrum.
Es cierto, hay muchos mexicanos que rezan porque el país se encuentre, pronto, en paz, pero en ninguno de ellos hay buena voluntad, porque siempre y como método de supervivencia, anteponen sus intereses a los de la comunidad, o su idea de trascendencia histórica a lo que realmente ha de hacerse para rediseñar el futuro, gentrificar a la República y sus instituciones, desaparecer el presidencialismo, garante de impunidad y corrupción. ¿Dónde encontrar un Adolfo Suárez mexicano?
Bueno, ya ni Marcelo Ebrard, quien cada día se empequeñece más, es incapaz de buena voluntad, porque se decidió por los reflectores en sustitución de las ideas, y vaya que las tiene, pero pronto diremos: las tuvo.
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