DRINA ERGUETA
SemMéxico, La Paz, Bolivia. Cuando se ve con atención e intención se observa con claridad al patriarcado, que quiere decir un sistema que favorece en todos sus niveles a los hombres; sin embargo, esta misma observación ha provocado una serie de reivindicaciones y luchas con algunas conquistas que, a su vez, han obtenido respuestas reaccionarias, una de ellas es la declaración del Día Internacional del Hombre.
Se eligió el 19 de noviembre como día del hombre con el argumento de la igualdad de género, ya que las mujeres tienen uno específico, el 8 de marzo, como parte de las conmemoraciones de sus luchas y conquistas.
No se trata de competir ni de enfrentar a los sexos, como muchas veces se quiere hacer ver; se trata de mostrar las desigualdades y los privilegios sociales por razón de género en donde las mujeres tienen las desventajas. Evidentemente, también hay mujeres abusivas, malvadas y con los adjetivos que se quieran añadir y también hay hombres buenos, respetuosos y sin una masculinidad nociva; sin embargo, eso no quita que la sociedad desfavorezca a ellas y beneficie a ellos porque es un asunto estructural de desigualdad, opresión y violencias múltiples.
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora tiene un sentido claro y potente, es profundamente reivindicativo, es así que dar un día al hombre es como dar un día al opresor, al racista o al explotador. Resulta hasta ofensivo hacia el contenido del 8 de marzo o, también, al compararlos banaliza esa sustancia de lucha por derechos.
Para ver las desigualdades, observemos aspectos cotidianos. Lo primero, los roles domésticos atribuidos a las mujeres y, por ello, desprestigiados, invisibilizados y no remunerados, pese a su alto valor para el sostenimiento de la vida y pese a ser la base de todo otro tipo de actividad humana: si no se tiene resuelto la alimentación, vivienda, vestido y cuidados básicos de la familia o la persona, no se puede hacer bien ninguna otra actividad. De esto se encargan fundamentalmente las mujeres y es un espacio donde los hombres, en general, participan poco o nada, por lo que cada día es su día ya que son servidos con prontitud y esmero.
Segundo, como es un mundo de hombres, ellos representan a la especie. Decir «el hombre» es decir «la humanidad», se trata de representaciones simbólicas potentes que marcan de manera abstracta y concreta los roles y los privilegios. Por ello, en el sobre de una invitación se suele poner: Perico Pericote y familia y no Sultana Perengana y familia. Por eso cuando una mujer se casa en algunos lugares pierde su apellido y adopta el del marido o pasa a llamarse «Sultana de Pericote», remarcando así su situación de propiedad de un hombre. Por supuesto, el apellido que se transmite es el paterno. Cuando se trata de registro de bienes también se coloca primero el del varón (si es que la mujer tiene algún derecho propietario) y, así, un largo etcétera.
En el marco simbólico y en la elaboración social de categorías, que construyen nuestra forma de ver la realidad, el lenguaje es profundamente patriarcal al ser sexista y mostrar esa universalidad de la representación masculina. El plural es masculino así haya un sólo hombre en medio de cien mujeres que quedan invisibilizadas o anuladas.
Pero esa representación masculina en lo abstracto viene de lo concreto, de que el hombre represente a su familia o a su grupo mixto en el espacio público. Por ello, a los hombres se les enseña a moverse en ese lugar abierto, en la calle, en las palestras luciéndose, en las mesas debatiendo con otros hombres, en los balcones dando discursos. Se busca que las mujeres estén en casa o bien calladitas, que así están más bonitas.
Y si hay alguna que protesta se la calla, si hay alguna que insiste se la insulta, ridiculiza o desprecia, si no aprende se la amenaza o golpea, si no hay manera de someterla se la mata. De todo esto hay ejemplos diarios, cotidianos, muy cercanos y están en todas partes a donde uno mira. Son realidades evidentes.
¿Es necesario y justo o equitativo el Día Internacional del Hombre? Para nada; aunque sí lo sería si fuera para el hombre con nuevas masculinidades, para aquel que rechaza al macho como centro del universo, al tóxico y violento. A estos hombres distintos al tradicional hay que ponerles en valoración social.