GUADALUPE RAMOS PONCE
SemMéxico, Guadalajara, Jalisco. En su clásico libro de El Caliban y la Bruja, Silvia Federici explica cómo el genocidio de mujeres que se dio con las cacerías de brujas fue el resultado de un proyecto totalmente intencional, preparado y articulado en la época de la ilustración para reconstruir el rol de las mujeres en la sociedad y dejarlas al servicio de los hombres y del capital. Dice Federici que “La caza de brujas, fue una guerra contra las mujeres, fue un intento coordinado de degradarlas, demonizarlas y destruir su poder social. Al mismo tiempo, fue precisamente en las cámaras de tortura y en las hogueras en las que murieron la brujas, en donde se forjaron los ideales burgueses de la feminidad y domesticidad”. Decir que las brujas fueron las primeras feministas es, por supuesto, una interpretación histórica. En el apogeo de las cacerías de brujas en Europa y América, el feminismo aún no existía, pero no se pueden entender las luchas feministas sin este precedente. Con la cacería de brujas comenzó también la rebelión de las mujeres.
Federici usa la palabra genocidio para que dimensionemos los efectos de las cacerías, pues se calcula que el número de mujeres asesinadas se aproxima al del holocausto judío. Federici cita a Anne L. Barstow, una historiadora que a partir de su trabajo de archivo justifica que aproximadamente 200.000 mujeres fueron acusadas de brujería, en un lapso de tres siglos, de las que una cantidad menor fueron asesinadas. Muchas se suicidaban en prisión y otras murieron en los calabozos por las torturas. Tomando en cuenta, además, las mujeres que fueron linchadas, Barstow concluye que al menos 100.000 mujeres fueron asesinadas y añade que las mujeres que escaparon fueron “arruinadas de por vida” ya que, una vez acusadas, “la sospecha y la hostilidad las perseguiría hasta la tumba”.
Según Federici, tanto las cacerías de brujas como la trata de esclavos y la conquista de América, fueron claves para instaurar el modelo capitalista. Sin machismo, sin racismo y sin colonialismo no habría capitalismo. La subordinación de las mujeres y el control de la reproducción y la explotación de los trabajos de cuidado son claves para que funcione el sistema.
Federici hace dos preguntas claves: ¿quiénes acusaban y quiénes eran las acusadas? Y frente a estas preguntas se encontró con un problema de clase, pues la mayoría de las acusadas eran mujeres campesinas pobres y los acusadores eran personas ricas y prestigiosas.
Interesantes todos estos análisis de Catalina Ruíz Navarro, feminista colombiana autora del libro “Las mujeres que luchan se encuentran” sobre las reflexiones de Federici. Otro texto interesante para leer en este día de brujas, es el libro Mágicas. Brujas, magas y sacerdotisas del amor, editado por Grace Morales.
Afirma Grace Morales que brujas, magas y hechiceras han existido siempre: en la Antigüedad, en la Edad Media y en la actualidad. A la bruja se le han atribuido poderes y se la ha representado como alguien a quien temer, alguien que amenazaba lo establecido. La brujería y la condición femenina han ido de la mano. Y al igual que los hombres que han ostentado poder han utilizado la brujería como estrategia para perseguir a esas mujeres ‘diferentes’, también se puede decir que las mujeres la han utilizado como estrategia feminista de lucha contra el patriarcado. “Cuando no existía el feminismo, ya estaban las brujas reivindicando todo aquello por lo que el feminismo lucha desde su nacimiento: mujeres libres, ilustradas, solas o con herramientas propias”.
Para las brujas de ayer, hoy y siempre, reivindiquemos su lucha feminista.
Dra. María Guadalupe Ramos Ponce
Coordinadora de CLADEM en México
Profesora Investigadora de la UdeG.
@dralupitaramosp