Ricardo Burgos Orozco
Ciudad de México, 30 de octubre (entresemana.mx). Hace unos días pasé nuevamente por la estación Guerrero de la Línea B del Metro. Hace varios meses que no andaba por esa zona y me dio mucho gusto volver a visitar el espacio dedicado a las leyendas de la lucha libre mexicana; son reconocidos en muchas partes del mundo, aunque sí reconozco que el lugar ya está cada vez más abandonado; se bve que le dan poco mantenimiento.
En las paredes del pasillo que está muy cercano también a la Línea 3 están imágenes de grandes atletas de todos los tiempos como El Cavernario, René Guajardo, Ángel Blanco, Tinieblas, Perro Aguayo, Blue Demon, Mil Máscaras, Espectro y muchas figuras más.
Ya conté en una historia anterior que hay una vitrina especial para Rodolfo Guzmán, mejor conocido como El Santo, héroe de muchos niños en su tiempo y por supuesto, también de infinidad de adultos, que todavía lo recuerdan con gran cariño porque marcó una época inolvidable con sus peleas y con sus películas.
Ahora que recorrí otra vez este enorme pasillo de dos mil metros cuadrados recordé una anécdota de hace algunos años. Hubo un tiempo que yo despreciaba la lucha libre porque me parecía pura pantomima hasta que un día conocí a El Texano, ya fallecido, me invitó a ver sus peleas y ahí me di cuenta que para ser luchador debes ser un excelente atleta y, es cierto, que tiene mucho de teatro, pero la mayor parte son golpes de verdad y lesiones muy serias que incluso pueden provocar la muerte.
Entre quienes han fallecido en pleno combate están: Príncipe Aéreo, un joven que apenas empezaba murió en un cuadrilátero en Ciudad Nezahualcoyotl; Silver King, quien perdió la vida en 2019 en una función en Londres, Inglaterra; El Hijo del Perro Aguayo, quien permaneció inconsciente y muy golpeado entre las cuerdas durante varios minutos sin atención médica, en 2015; Oro, un muchacho de apenas 22 años de edad, en 1993.
Ya era famoso cuando falleció la Parka, en 2019, un hombre muy carismático sobre el ring, querido de chicos y grandes. Tenía 54 años de edad. En un combate en Monterrey, Nuevo León, sufrió una grave lesión en las cervicales, lo operaron de emergencia. Murió a los tres meses de estar internado en un hospital.
En el pequeño paseo por los pasillos de la estación Guerrero, me vino a la memoria una ocasión que visite en sus oficinas de la Triple A – esa que patrocinaba las luchas por televisión — a mi amigo Juan Carlos “El Gordo” Bernal, ya también fallecido. Estuve un buen rato en su oficina y cuando salimos coincidimos en la puerta con un hombre de mi estatura, de cuerpo atlético, pero no impresionante, cabello largo hasta el cuello. Juan Carlos me lo presentó; al despedirnos me peguntó ¿Sabes quién es él? No, le contesté. Es Alfonso Escoboza Huerta, La Parka ¿Por qué no me dijiste antes para pedirle un autógrafo? Le recriminé ¡Es el ídolo de mis hijos! Murió años después.
Por eso me parece un muy merecido homenaje dedicarle un espacio a las Leyendas de la Lucha Libre en la estación Guerrero de la Línea B del Metro.