GREGORIO ORTEGA MOLINA
*Déjense de fabulaciones baratas, no se trata de que esta tercia sea de mujeres, aunque su antifeminismo le cause erisipela, sino que el fondo del problema es que nos negamos a entender que Andrés Manuel López Obrador es el dueño del balón y no lo comparte con nadie, de ahí la imagen del bastón de mando en una transmisión única, unipersonal, porque no es cayado ni báculo, sólo se trata del tránsito de la República a la dictadura, y de la democracia a la falocracia, así, con todas sus letras
Los administradores públicos mexicanos son pequeños, carecen de la estatura necesaria para convertirse en estadistas, para labrarse un nicho en la historia, pulcro, sin dobleces, como esa ministra de la SCJN que no merece estar ahí, porque en los hechos no se recibió al haber plagiado su tesis de licenciatura, o como la breve luz de Xóchitl Gálvez que sólo acertó a decir: “la pendejee”, a pesar de que ella no presentó tesis sino un reporte de actividades.
Su estatura se muestra en la cantidad de veces que han necesitado reformar la Constitución de 1917, porque fueron incapaces de cumplir su mandato y servir a los mexicanos, engrandecer el proyecto de nación.
Pero hoy estamos peor que en ninguno de los momentos de verdadero peligro después de la Revolución. Un presidente de la República que se apropia del Estado de Derecho, que hace suyo el título de la novela histórica de Santiago Posteguillo, Roma soy yo, y lo adecúa a ese sueño que no lo abandona desde que Payambé López Falconi le ofreciera su segunda y última oportunidad, que no suelta desde su adolescencia.
Sí, México soy yo, y así dispone de la inexistencia de los poderes Legislativo y Judicial para celebrar las fiestas patrias, en cuyo muy personal festejo en Palacio Nacional, sólo caben los que él considera suyos, como si fuesen sus hijos, y por encima del bastón de mando, desconoce a Norma Lucía Piña Hernández, no por ser ella, sino por encarnar el cargo de ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; también rechaza la presencia de Ana Lilia Rivera Rivera, que desempeña la función de presidenta de la mesa directiva del Senado de la República, y de plano manda a ya saben dónde a Marcela Guerra Castillo.
Déjense de fabulaciones baratas, no se trata de que esta tercia sea de mujeres, aunque su antifeminismo le cause erisipela, sino que el fondo del problema es que nos negamos a entender que Andrés Manuel López Obrador es el dueño del balón y no lo comparte con nadie, de ahí la imagen del bastón de mando en una transmisión única, unipersonal, porque no es cayado ni báculo, sólo se trata del tránsito de la República a la dictadura, y de la democracia a la falocracia, así, con todas sus letras.
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