TEXTURA VIOLETA/ Las masculinidades del partido de gobierno boliviano MAS-IPSP

DRINA ERGUETA

SemMéxico, La Paz, Bolivia. Están allí, un paso atrás, pero lo suficiente y adecuadamente visibles para recomendar y decir al oído lo que el jefe quiera oír, hasta guapo si hace falta; pero, fundamentalmente, lo que a ellos les conviene que oiga el que manda y atienda y actúe. Y les conviene que se enfrente al rival, porque hay que cuidar esa ocasional y provechosa o prometedora posición de poder. El pueblo, la nación y sus intereses, la línea política o el programa no importan.

Se dice que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, cosa falsa porque será que delante de una gran mujer un hombre se ha colocado a costa de ella; pero, este no es el caso. Hablo de quienes se arriman al poder para medrar y que son fundamentalmente hombres. Hablo de lo que se observa en Bolivia en el principal partido político, MAS-IPSP, que hoy está virtualmente dividido en una pugna interna para la postulación a las próximas elecciones nacionales de 2025.

Parece que lo que ha sido un modelo de toma del poder de los sectores desfavorecidos de la sociedad boliviana y que se hizo realidad con el Instrumento Político de la Soberanía de los Pueblos (IPSP unido a la sigla política MAS-Movimiento Al Socialismo) se está destruyendo por intereses de mando: por un lado, el expresidente Evo Morales, que quiere volver al gobierno, y por el otro el actual presidente Luis Arce Catacora, que quiere mantenerlo.

No hay, de fondo, una discusión político programática, ningún debate en ese sentido, sólo desavenencias por poder que llegan a los insultos y bajezas vergonzosas. Machos midiéndose a ver quién la tiene más grande, porque aquí las mujeres no aparecen y si lo hacen es en clave masculina.

Lo que sí que hay, desde ambos bandos, son muchas voces masculinas que envenenan más y más la relación en constantes apariciones públicas en medios de comunicación, especialmente en los que se han mostrado notoriamente en posiciones de oposición al gobierno y que hoy abren portadas con esta guerra, ante el silencio y complacencia de los partidos opositores.

Pero no es que sólo esa presencia pública constante de hombres, frente a una mínima participación femenina, sea una muestra de una forma de hacer masculina en sentido negativo, que también; es esa ferocidad con que se enfrentan, que llega en algunos casos a agresiones físicas, es sea competitividad, ese afán de ser el primero y de humillar y deslegitimar al otro, esa lucha por el mando y el control por sobre todas las cosas (incluidos los postulados políticos) lo que les marca su accionar.

“La mayoría de los hombres experimentan la violencia en sus vidas desde etapas tempranas, ya que la violencia constituye una de las praxis que legitiman el ser masculino y ponen a prueba las formas de masculinidad… queda en ellos una marca que se cristaliza en el temor encubierto y continuo, ya que todos los otros hombres podrían ser potencialmente un posible humillador, un enemigo o un competidor”, como señalan los autores Kaufman y Kimmel en el artículo de Álvaro Ponce, 2013. Sobre las masculinidades y sus efectos nocivos para los mismos hombres y para las mujeres y la sociedad se ha escrito mucho.

Como no todos pueden ser “el líder”, los segundos y terceros que agrupan estratégicamente en torno a él y confabulan contra el bando contrario, que opera de la misma manera. Y así estamos ¿Lo harían distinto las mujeres? ¿Se agarrarían de los pelos como es habitual mostrarlas? O, mejor, se aliarían con una visión más comunitaria y de cuidado de lo que importa: la gente y las políticas para la ciudadanía.

La respuesta estaría en probarlo, en que fueran las mujeres las que tomen los liderazgos. De hecho, hay estudios que señalan que una parte de las mujeres que mandan (las que no adoptan posturas masculinas) gobiernan de una forma más horizontal y sin tanta competitividad.

En los bandos del MAS-IPSP, por un lado, se ha elegido una directiva paritaria en número, pero habrá que ver si las mujeres tienen real participación; mientras que, por el otro lado, las mujeres campesinas agrupadas en la organización Bartolina Sisa están visibles siempre en segundo o tercer lugar.  En Bolivia no hay mujeres en primera línea, ya va siendo hora.

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