ARTURO ZÁRATE VITE
El conflicto de Los Chimalapas es una historia ideal para llevarla al cine, tiene los ingredientes de vida para hacerlo. Por fin, después de más de 50 años de rencillas, prevalecen el acuerdo y la ley.
La historia sobre el deslinde territorial tiene de todo, hasta la inapropiada utilización de la herramienta de “Google maps” que se corrigió a tiempo al descubrir que uno de los límites era ubicado en el mar. El desatino no pasó de la sorpresa de protagonistas y negociadores.
Se cuidan los puntos finos y en ese trabajo, con la representación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha intervenido la ministra Loretta Ortiz Ahlf. Se da por hecho que el último capítulo quede cerrado en las primeras semanas de enero, en los términos que resolvió el Alto Tribunal, de acuerdo con el proyecto que en su momento redactó José Fernando Franco González, ahora ministro en retiro.
Para dar cumplimiento a la sentencia de la Corte, el congreso local de Oaxaca modificó la constitución del estado y el gobernador Salomón Jara fue autorizado para la suscripción de convenios amistosos sobre los límites territoriales entre los estados de Oaxaca y Chiapas.
El antecesor Alejandro Murat pretendió ser la autoridad que cerrara esta historia. No le alcanzó su periodo, así que como autoridad estatal ya no podrá ver el final del caso de Los Chimalapas.
Se han escrito diversidad de versiones sobre lo que dio origen al problema. La que prevalece es que el gobierno federal que encabezo Gustavo Díaz Ordaz autorizó desde el escritorio la creación de ejidos chiapanecos en territorio oaxaqueño. Provocó el largo diferendo, más de 5 décadas. En el camino quedaron pleitos y pérdidas físicas.
Por este litigio el gobierno de Oaxaca interpuso controversia constitucional en la SCJN, para precisar los límites entre los dos estados citados y la posesión de 160 mil hectáreas de selva.
Los últimos pasos dados por autoridades y partes involucradas han tenido que ver con la extinción de ejidos, la delimitación física entre Oaxaca y Chiapas y el pago de daños ambientales por explotación ilegal forestal.
El conflicto no solo propició enfrentamientos violentos entre comuneros y ejidatarios, también abrió espacio para la incursión de la delincuencia, “talamontes” y narcotraficantes. La tala ilegal dañó miles de hectáreas de bosques y selvas de la zona de Los Chimalapas.
La historia está ya en su epílogo, en la revisión de últimos pendientes con supervisión de autoridades ejecutivas y judiciales; el infaltable escrutinio de los pobladores, cuidadores naturales de su selva.
En enero del próximo año se pondría punto final a la etapa de conciliación, para que puedan vivir en paz habitantes de Santa María y San Miguel Chimalapa, zona reconocida como uno de los principales pulmones de oxígeno con que cuenta nuestro país.
Tiene sobrados elementos la historia para llegar a la mesa de un productor o director de cine de Hollywood, hacerla película y de paso recompensar por derechos de autor a los indígenas zoques que han sufrido el conflicto por la incertidumbre jurídica, en el corazón del Istmo de Tehuantepec.
En la industria cinematográfica mexicana la idea fascina, lo único que los detiene es la falta de recursos.
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