TERESA GIL
Algo importante en este sexenio ha sido la ausencia de ese personaje absurdo llamado primera dama. Puede haber una compañera, una esposa o esposo si la mujer preside, pero sin que participe en los asuntos públicos alguien que no ha sido electo por el pueblo. Y cuyo nombrecito de por si ridículo, es una ofensa para las millones de mujeres mexicanas que por un ser ligado civilmente a un funcionario, se convierten en damas de segunda. El tema sería para nota de sociales si no representara no solo un poder no electo, sino un gasto presupuestario de algo que no es suyo y que llega a insultantes cantidades, como el de la Casa Blanca para dar un ejemplo. Pues ahora resulta que el ex canciller Marcelo Ebrard, un ser convencional en todos los aspectos, ya anda con lo que considera su primera dama, mujer respetable y según sabemos culta, pero que no encaja no solo en una precampaña, sino en la reiteración de un triunfo que se ve lejano. Si el ex funcionario quiere apoyarse en su compañera, muy su deseo a nivel personal, pero es molesto que se quiera plantear a la opinión pública lo que muchos rechazamos. Nos ofende. Es hora de la lucha de las mujeres en conjunto en primer plano y no de seres con privilegios que no se ganaron.
LA IGNORANCIA DE LOS QUE NO LEEN Y SU INFLUENCIA NEGATIVA
Los límites a las religiones no han sido gratuitas en nuestro país. Se han dado por el abuso que han ejercido en diferentes épocas, algunas injuriosas como la de la época juarista con una iglesia católica apoderada de infinidad de las riquezas que pertenecían al pueblo. De hecho ahora mismo, la más copiosa religión que tiene acaparada muchos de los valores del pueblo mexicano es el clero católico. En algunos casos ha habido cuidado pero por lo general éste surge del gasto público. Las limosnas en buena parte se van al Vaticano. Mientras, los muchos templos e instalaciones religiosas son usados para el nivel particular de esas creencias. Algunas de esas instalaciones religiosas podrían ser museos, casas de cultura, escuelas, etcétera. Lo más grave, además, es que desde sus púlpitos arremeten y conspiran en contra del poder público cualquiera que éste sea. Lo estamos viendo ahora con el problema del Libro del Texto gratuito. No solo pontifican desde sus púlpitos, aparte hacen declaraciones políticas que tienen prohibido y hasta en lugares públicos. La opinión del descarte del libro, del arzobispo de Michoacán Carlos Garfias Merlos, es absurda por ridícula porque confiesa que no ha leído los textos y no los piensa leer. Los descarta sin saber lo que contienen. Absurdo que opine un ignorante. Eso se llama oscurantismo.
LA INTERVENCIÓN ECLESIAL NO SOLO EN MÉXICO, EN TODO EL MUNDO
Cualquier divergencia que ocurra entre la esfera pública y la oposición, tiene cerca al clero. Hace poco participó en declaraciones y apoyos en las marchas organizadas por la derecha. Se le olvida que muchos de los 30 millones que votaron por este gobierno, a lo mejor son católicos y los ofenden. Ya hemos mencionado en otras ocasiones al autor inglés Wilkie Collins, y los documentos muy interesantes que menciona en El hombre de negro (MOAI Ediciones, en español), para refutar intervenciones de esa iglesia en la vida civil y la forma como con ingenio fueron descartando esas intenciones. Todo su libro gira en torno al apoderamiento e intervención desde el Vaticano, de un alto funcionario eclesial que se disfraza de cura modesto para tratar de apoderarse de riquezas y esferas de opinión en la Inglaterra de mediados del siglo XIX. Solo el ingenio de un protagonista pudo denunciar el tinglado. Collins nació en 1824 y murió en 1889 y pese a ser avasallado por el genio de la época Charles Dickens, dio a conocer obras portentosas que han trascendido. Una de ellas favorita de Borges, La piedra Lunar. Pero aparte la Dama de Blanco de la que han hecho opereta y filmes diversos. Acabo de comprar El hotel de los horrores en la feria que se instaló en la Plaza de la Revolución. A diez pesos excelente edición de la editorial Coyoacán 2005. Como lo hizo en muchas de sus obras, Collins utilizó en El Hombre de negro, el recurso de poner a trabajar a sus personajes. Son ellos los que resaltan la historia. Lógicamente son personajes letrados que en ese caso si se enfrentan a un tipo audaz, el cura falso, que a diferencia del arzobispo de Michoacán si era un tipo letrado. Pero ni su cultura lo salvó.