ANÁLISIS A FONDO/ Porfirio, el amigo

>> Solidario con los periodistas verdaderos

>> Reconocía el valor de la conciencia crítica

 FRANCISCO GÓMEZ MAZA

Hace ya algunos ayeres, Porfirio Muñoz Ledo y un servidor, trasmitíamos, desde un edificio en la avenida Insurgentes, enfrente de los almacenes Liverpool, un programa de radio matutino en el que comentábamos los hechos y los dichos de la víspera. La radio era propiedad de Tere Vale. Se sumaba Tere y los tres nos poníamos a reeditar la realidad, sobre todo de la política nacional. Pasaron los años, Porfirio recorrió muchos caminos en la vida partidaria y yo continué con la rutina de practicar y vivir del periodismo. Pero siempre continuamos siendo amigos.

Porfirio fue solidario con quienes fundamos la agencia de noticias Cisa, (Comunicación e Información S. A.). antecedente de la revista Proceso, asentada en un edificio del jefe José Pagés, director de la revista Siempre, aquel medio de todas las voces. Porfirio, a la sazón, era presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y, en solidaridad con los corridos de Excélsior, nos prestó un teletipo para trasmitir a una decena de periódicos del interior del país las noticias que los compañeros reporteaban para el Diario de México, otro que se solidarizó con los ex de Excélsior.

Realizamos grandes cosas con aquella máquina que venía del PRI, con quien muchos periodistas no estábamos de acuerdo, pero que, gracias a Porfirio, nos permitió estar presentes en las páginas de los más importantes periódicos de los estados. Después de que empezó a circular la revista Proceso en el 1976, Porfirio, el guanajuatense por derecho de sangre, siguió su camino en la actividad político-partidaria, renunció al PRI junto con Cuauhtémoc Cárdenas y otros políticos progresistas cansados de las prácticas antidemocráticas del partido venido de la Revolución. Acompañó a Cuauhtémoc en su aventura como candidato del Frente Democrático, que se agandalló Carlos Salinas de Gortari. Para eso ya habíamos fundado El Financiero con la dirección profesional de don Rogelio Cárdenas Pérez, fundador de una importantísima columna titulada Frentes Políticos de Excélsior.

Mi amistad con Porfirio se fortaleció. Un gran político, con las contradicciones en las que cae y se ve envuelto cualquier político. Siempre de izquierda con sus pecaminosas salidas hacia experiencias de derecha, conservadoras, Porfirio no dejó de ser un militante de la política. Su vida de servidor público, de secretario de Estado, de diplomático en la ONU, no la viví, pero lo seguí de cerca. Cuando fue presidente del desaparecido Partido de la Revolución Democrática, la amistad se fortaleció. Era mi fuente de información verdadera.

Muchos colegas lo cuestionan severamente por determinadas experiencias y actitudes que podrían ser calificadas de antidemocráticas, incongruentes. Sin embargo, quién no ha sido antidemocrático en algún periodo de su vida. Quién no ha sido incongruente. Porfirio era un ser humano con virtudes y defectos como cualquier ser humano. Además, como dice el adagio, quien esté libre de culpa que lance la primera piedra. Que se peleó con Morena y con el presidente López Obrador, compañero en la lucha por la democracia. Que fue muy duro en su rechazo a ciertas incongruencias del tabasqueño, qué más da. Seguro que el presidente corrigió el rumbo frente a los cuestionamientos de Porfirio.

Entre sus experiencias aparentemente contradictorias estuvo su relación con Vicente Fox. Pero Porfirio siempre retornaba a su fuente. A la izquierda. ¿Contradicciones de clase, ideológicas, de praxis? Esa, contradictoria, llega a ser la praxis de cualquier político de izquierda. No hablo de la derecha porque en ella  se asienta la hipocresía como norma de vida. Ahí, como los antiguos escribas y fariseos del pueblo judío, se vive la hipocresía como forma de inmoralidad.

Cuando nos reencontramos, en los pasillos de la Cámara de Diputados en San Lázaro, pareció que acabábamos de estar juntos en la víspera. “¡Gómez Maza!”, exclamó el buen Porfirio en un pasillo que va a dar a la sala de prensa de ese recinto legislativo. Ya estaba físicamente venido muy a menos, no obstante, lo cual presidía la mesa directiva y se enojaba cuando algún legislador de Morena, o de cualquier otro partido, no se comportaba como legislador.

Pero todo lo que comienza inevitablemente tiene final. Y casi llegando a los 90 años, el gran político, el gran hombre de izquierda, el ser humano de las contradicciones, el amigo, muy querido, se quedó dormido para siempre.

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