JUEGO DE PALABRAS/ Un sistema político sin credibilidad

YANETH TAMAYO ÁVALOS

SemMéxico, Querétaro, Querétaro. En próximos meses, nuestro país iniciará formalmente su proceso electoral 2023-2024, en este se elegirá al presidente de la república y otros puestos de elección popular.

Este proceso representará un hito en la democracia de México, en especial, porque se determinará si permanece y se consolida la política de “izquierda populista”, como viene ocurriendo en diversos países de América Latina, o si la decepción ciudadana la sustituye por la oposición.

En la actualidad, la democracia en Latinoamérica transita por una crisis donde el sistema político carece de credibilidad y los gobiernos enfrentan una desarticulación ocasionada por factores como:

La corrupción, la incompetencia de los gobiernos, el inconformismo social ocasionado por la minimización a los problemas de seguridad y por la polarización ciudadana surgida por la pugna de ideologías.

Situación a la que no escapa México, pues enfrenta la degradación de sus funciones como Estado. Existe la incapacidad estatal para enfrentar el avance del crimen organizado, para implementar políticas públicas con un impacto significativo y el constante ataque a los órganos autónomos que cuestionan la descarada política partidista.

Estas circunstancias han generado una desconexión entre el gobierno y la ciudadanía, lo cual se refleja en la creciente insatisfacción de la población.

Y en esto, los partidos políticos de “oposición o de derecha” poco han hecho, mientras unos intentan sobrevivir a las acusaciones morales y penales de sus rivales, otros tratan de arreglar el desastre que ocasionaron en sus administraciones para evitar perder el poder que aún conservan.

Si bien, nos encontramos en una etapa de reconstrucción política en donde los partidos buscan la reivindicación y el apoyo social. Lo cierto es, que los escándalos de corrupción y el bajo nivel de discusión de sus dirigentes e integrantes políticos, operan en su contra.

La constante discusión y el señalamiento directo sobre quién es o no corrupto ha generado que la ciudadanía conciba de forma general a la clase política como un grupo de corruptos que solo buscan mantener el poder para beneficio propio.

Esa desacreditación política ha significado un peligro para la democracia; primero, porque ha alejado a la ciudadanía de los políticos y de los partidos, haciendo que la gente no desee participar, dejando en manos de unos pocos el rumbo del país.

Y segundo, porque han contribuido a que surjan falsos líderes que, en muchos casos, suelen ser un peligro para el sistema democrático.

Desafortunadamente, el sistema de partidos se encuentra obsoleto, no hay voluntad para innovar en sus prácticas partidistas, aunque se han visto cambios, siguen con las mismas estructuras y cuadros. Y es precisamente esa situación la que ha desvalorizado el importante rol de los partidos políticos en el funcionamiento de la democracia.

Hoy por hoy, vivimos en una eterna campaña por parte del partido político en el poder, quien ha puesto en jaque a los de oposición, quienes a pesar de su estructura y alianzas partidistas han mantenido débiles líneas políticas de resistencia, las cuales han sido boicoteadas por ellos mismos ante la incapacidad de vencer la presión de una inminente desaparición.

De ahí que, la ciudadanía no tenga una clara visión acerca de si existe o no una opción que modifique o genere un nuevo orden que legitime su capacidad para ofrecer mejoras políticas, económicas y sociales que se traduzcan en desarrollo y bienestar.

Ante la poca credibilidad de los partidos políticos, fortalecer la democracia representará un gran reto para México, pues no bastará con trasladar la responsabilidad del cambio al electorado.

Por tanto, abríamos de cuestionar si el sistema político actual, apela a que la ciudadanía vote con base en sus preferencias o en sus intereses, porque dependiendo del matiz será el nivel de participación y compromiso.

Esto es, mientras las preferencias incentivan decisiones desde el terreno de la libertad, las necesidades no dejan sitio para la elección. La gente define sus preferencias, de acuerdo a su nivel de bienestar, pero la persona necesitada no es dueña de sus preferencias, sino prisionera de sus necesidades. *

Y las necesidades están más allá de lo bueno y lo malo, del mismo modo que están más allá de la izquierda y la derecha. Concebir falacias políticas en términos de necesidad y ayuda ya no funcionará para una ciudadanía cansada de mentiras y de la incapacidad para dar resultados.

https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25032004000100003

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