BELLAS Y AIROSAS/ Presentación de Tinta Violeta en el museo de la Mujer

“Cautiva en su habitación, la niña de once años no deseaba soltar la plumilla hasta encontrar la frase iluminada para su verso. Dentro de ella conspiraban mil palabras que giraban por su cabeza como mariposas alborotadas. Se imaginaba con una red en la mano, lista para perseguirlas, sin darse cuenta de que las tenía colgadas de sus dedos, posadas en su hombro y revueltas entre los caireles; mariposas cuyas alas doradas intentaban confundirse con las hojas de ese otoño de 1857. Laureana fantaseaba con que los graciosos insectos murmuraban algo a su oído, y cuando estaba a punto de comprender ese cuchicheo, oyó repetir su nombre como un eco en los labios de su madre. Acababan de dar las cuatro de la tarde con seis minutos; ya se había retrasado para ayudarla a rociar con almidón la ropa.”

ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO

SemMéxico, Pachuca, Hidalgo. Gloria G. Fons me motiva a leer el inicio de Tinta Violeta, mi segunda novela. Y mientras leo esos primeros párrafos recuerdo muy bien ese tiempo que me dediqué a escribir este texto. El tiempo de investigación, de confirmar datos, de revisar otras historias, la moda y música del siglo XIX, imaginar a la ciudad de México en esa época y, sobre todo, el darle vida desde mi sentir a Laureana Wrigth, periodista y escritora mexicana, pionera del feminismo nacional.

En este proceso creativo me acompañó mucha gente, entre ellas Gloria G. Fons, quien este 4 de julio, precisamente aniversario del nacimiento de Laureana, evocó esas tardes que me escuchaba atenta leer cada página de la novela que estaba escribiendo y ella sugería, corregía, agregaba, completaba. Su generosidad rebasaba la pantalla que en ese tiempo nos unía, pero marcaba la distancia necesaria porque eran los tiempos de Covid. Es cierto, fue difícil el confinamiento, pero yo tuve la oportunidad de inscribirme en talleres literarios y conocer a maestras como ella, una mujer sensible que te orienta y provoca que ames la escritura, que te atrevas a parir una historia desde lo más profundo, cuerdo y loco que hay en tu imaginación.

Esta tarde Gloria G. Fons asegura que prefirió ser una lectora -no la maestra o analista- que deseaba disfrutar una historia donde la superación personal, la amistad, la seguridad, el amor y la historia de las mujeres está latente en cada página. Comparte algunas escenas que le gustaron más esas primeras páginas donde describo a la niña Laureana jugando con las palabras y encontrando su vocación, el primer amor, las grandes amistades y un final donde nuestro cariño por el personaje vuela al ritmo de las hojas de su escritor que se dejan volar por un viento amable y amoroso.

Por su parte, la segunda presentadora, mi querida amiga y aliada Layla Sánchez Kuri asegura que lo más bonito es el color con el que está escrita la novela, el violeta, nuestro tono hoy tan representativo. Palpa en cada página un tejido que va dando forma a una de las mujeres más significativas de nuestra historia y genealogía, una ancestra que descubre la escritura, oscilando entre el sueño de su madre de verla casada y la certeza de su padre de que su hija se puede dedicar a la literatura. Cada hilo que Layla descubre teje y destejes historias, algunas de amistad, otras de amor y de empoderamiento, de una tenacidad admirable y de una pasión total, Laureana aprende de otras mujeres, descubre la importancia de su independencia y de sus sueños, funda el semanario Violetas del Anáhuac y lo comparte con sus contemporáneas a quienes motiva a escribir, a compartir lo que piensan, a defender en lo que creen.

La moderadora del evento fue Raquel Ramírez Salgado, otra amiga cómplice, que lee las preguntas del público, la mayoría gente conocida y querida como José Luis Garrido que hace uno de los más bellos comentarios que le han hecho a mi novela, pues asegura que es un texto que se siente, huele, saborea y no se olvida. Está presente mi correctora de estilo Mar Vega, mi editora Graciela Enríquez y el gran equipo de esa editorial fundada por Amparo Espinosa Rugarcía, DEMAC (Documentos y Estudios de la Mujer), un espacio generoso que ha motivado a muchas mujeres a escribir, a contar nuestras historias y las historias de otras mujeres. Anilú Zavala, la creadora de la portada del libro, también está presente, una belleza que a esa imagen formal que existe de Laureana, ella le agregara colorido y unos lentes modernos, los cuales simbolizan esa construcción imaginaria, gozosa y atrevida que hago de esta periodista del siglo XIX.

El evento fue organizado por el Museo de la Mujer, la Dra. Patricia Galeana nunca deja de abrir sus puertas para que logremos compartir nuestros libros, nuestro pensamiento y nuestros trabajos de investigación.

Durante la presentación reitero el nombre de Agustín Cadena, Kyra Galván, Gloria G. Fons y Mónica Castellanos que creyeron en este proyecto y no dejaron de orientarme para escribir.

Y en este día, yo no puedo estar mejor acompañada, en la sala de juntas de mi trabajo se reunieron solidariamente mis compañeros y compañeras de para escuchar la presentación. El secretario general del Sindicato de Personal Académico de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Dr. Agustín Sosa Castelán, tuvo la generosa atención de estar a mi lado, de aplaudir y felicitarme, así como Sergio Olguín, Amira Medécigo, José Alfredo Oropeza, Olivia Tello, Érika Moctezuma y Rogelio Escorcia, mi familia desde que me integré a trabajar en este escenario sindical. No faltó mi gran equipo de trabajo: Arturo Pavana, Lili Medina e Itzel Zárate, cómplices de muchas horas gozosas e intensas de trabajo.

Tinta Violeta es mi segunda novela, la historia de Laureana Wright, periodista y escritora mexicana que en el siglo XIX trazó con decisión su destino, escribió a favor de las mujeres y les abrió un espacio para expresarse. Una mujer que supo ser amiga, que se enamoró, con los límites necesarios para no olvidarse de sí misma. Una mujer admirable que apareció en mi vida cuando realizaba mi tesis de licenciatura, en 1985, la misma que ha interesado a otras feministas e investigadoras y por eso han escrito sobre ella, sin embargo, me faltaba saber más de ella y gracias a la literatura he llenado esos vacíos. Bien decía Gloria G. Fons, disfrutemos a esa Laureana que inventé, esa Laureana que tiene mucho de mí y de mis amigas, que se enamoró y tuvo grandes amigos que también la apoyaron, que dejó una huella violeta en mi alma.

“A punto de cumplir cincuenta años, reconocía que la vida había pasado como ahora ella cruzaba cada calle; a veces de prisa, en ciertos momentos con pisadas lentas, huellas sin retorno. Confiaba en la fuerza de un andar despreocupado, en la naturalidad de sus pasos seguros al perseguir su propia sombra. Identificaba cuándo debía ser cuidadosa y prudente, sobre todo si un veloz carruaje franqueaba frente a ella. Aprendió a no maldecir si las ruedas que pasaban por los charcos la salpicaban en un momento de distracción. Caminaba consciente de su talón de Aquiles. Se contempló admirada en alguna de las grandes vitrinas de los almacenes y le sonrío cómplice al reflejo. Laureana sintió que ese día caminaba para dejar atrás el ayer, que caminaba para reencontrarse con ella misma.”

Les invito a leer Tinta Violeta, pueden descargar gratis en: https://demac.org.mx/acervo/tinta-violeta/

www.entresemana.mx

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