JUAN CHÁVEZ
Como van las cosas en las ilegales precampañas, todo parece indicar que al final, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum, estarán compitiendo por la Presidencia 2024.
Una, como ganadora del Frente Amplio por México (la oposición); la otra, por Morena y aliados (oficialismo).
Desde esta muy temprana etapa en las contiendas —ilegales por romper el calendario electoral— se antoja muy interesante el contraste y la competencia de dos mujeres para la Presidencia de la República.
Todo apunta —faltan aún los procesos internos de cada frente, las encuestas, los foros y todo ese largo y costoso aparato de selección interna— a que las favorecidas por la ciudadanía para encabezar campañas y aspiraciones serán dos mujeres.
De entrada, la primera noticia es positiva para México: tendremos una presidenta mujer, con lo que se romperá el famoso “techo de cristal”.
México ha tenido gobernadoras, senadoras, secretarias de Estado. presidentas de partido y avances importantes en torno a la participación de la mujer en la política. Pero vamos tarde en comparación a América Latina. Argentina, Chile, Perú, Costa Rica, Brasil y otros muchos que han tenido presidentas. Capaces, eficientes, talentosas, pero sobretodo honestas —casi todas—.
Tal vez esa sea la primera característica de dos mujeres dedicadas al servicio público con una impecable trayectoria de honestidad. Tanto Claudia como Xóchitl tienen un récord limpio, de asignaciones públicas con cero corrupciones.
Claudia es inteligente, sensible, defensora de la capacidad por encima de la lealtad, no desprecia el conocimiento y el grado de especialidad, a diferencia de su jefe, que se rodeó de ineptos en el gabinete, con contadas excepciones. Sus cercanos afirman que tiene un temperamento fuerte, enérgico, con voz firme y autoridad clara.
La gran incógnita que rodea a Claudia es su independencia del caudillo, su capacidad de decidir y trazar un curso diferente de nación.
La locura transexenal de Andrés Manuel, no sólo ha dejado un campo minado con una serie de instrumentos y artefactos para “controlar” desde lejos a su sucesor, sino además, pretende trazar la línea de gobierno y de políticas públicas para su sucesor(a).
Un renovado callismo obradorista, donde se instalaron candados para impedir que quien llegue, pueda reorientar el curso y corrija los errores. Ahí están la revocación de mandato, las Fuerzas Armadas, los eméritos de Morena.
Por ello, quienes consideran a Claudia como una opción, la descalifican en automático por su incondicionalidad sumisión a AMLO.
Por su parte, Xóchitl Gálvez representa todo lo contrario. Esencialmente oxígeno, aire fresco que venga a renovar la tóxica atmósfera política construida por años y agudizada por la 4T. Pero especialmente, independencia: no obedece a grupos, cúpulas, partidos ni círculos del poder.
Xóchitl posee atributos que la hacen única frente a todos los aspirantes, contendientes y suspirantes, incluso Claudia.
Xóchitl no proviene del privilegio, nació y vivió en pobreza durante su infancia. Se rebeló a los usos y costumbres para salir de su pueblo, estudiar, avanzar en la vida, convertirse en empresaria, lograr una carrera, casarse con quien ella misma eligió.
Si la transformación de López Obrador fuera auténtica —que no lo es—, si pretendiera en efecto modificar la cultura y el servicio público en beneficio de los más necesitados, la mejor candidata es Xóchitl Gálvez por su historia, por su origen indígena, por su capacidad de levantarse de la adversidad, convertirse en exitosa empresaria y luego, honesta y eficaz servidora pública.
Xóchitl está lejos, muy lejos de haber ganado algo, pero tiene algo que no trae ningún otro posible candidato de la oposición y probablemente más que cualquiera de las “corcholatas”: emoción social.
La debilidad de Xóchitl Gálvez está en las famosas firmas de adhesión que conformarán el padrón con derecho a voto el 3 de septiembre.
Para lograr la candidatura, Gálvez necesita no sólo ganar los debates y luego la encuesta por goliza, sino que haya cinco o seis candidatos que vayan más o menos por la libre, como Romero Hicks, de Hoyos, Gurría, Guajardo y Ruiz Massieu, para que se logre un padrón de electores equilibrado.
La primera batalla de Xóchitl Gálvez es contra los dinosaurios y las burocracias partidistas. Si libra esa, que no será nada fácil, saldrá entrenada para hacer frente el obradorismo.