SINGLADURA/ De mujeres y neuronas

ROBERTO CIENFUEGOS J.

En estos tiempos de campañas políticas y desplantes de todo tipo para cautivar al electorado del país, circula con profusión el argumento de que es el tiempo de las mujeres. Asumo que se trata de un eslogan, un posicionamiento, “feminista” si acaso, para obtener beneficios tangibles y muy concretos.

Una mirada a vuelo de pájaro revela sin embargo que en México, al menos, siempre ha sido el tiempo de las mujeres, así se trate de las que no están encumbradas ni aspiran a colocarse en la cima más alta del poder político, económico, intelectual o de cualquier otra índole que pudiera uno imaginar.

A años luz en este breve espacio de intentar siquiera una revisión rápida del papel de las mujeres en México, hay que decir que el nacimiento de nuestro país está asociado de manera intrínseca a la mujer, mucho más allá estrictamente del ámbito natural y reproductivo de ésta. Bastaría recordar a doña Marina, intérprete, consejera y aún pareja de Hernán Cortés, madre además del primer mexicano mestizo con nombre y apellido.

Añada a ese papel fundamental, fundacional, de la mujer en México, las mujeres mexicanas que inspiraron, acompañaron y aún dieron su vida por la causa independentista; y más tarde el papel de las mujeres en el delirio de la revolución nacional.

También es clave reconocer el papel de las mujeres en prácticamente todos los ámbitos y áreas del quehacer nacional a lo largo de todo el siglo XX mexicano.

Pero esto sin dejar de lado y por supuesto de exaltar y agradecer profundamente el desempeño femenino cotidiano en la construcción del México actual. Aludo, claro, a las mujeres, madres, esposas, hijas y hermanas, que con su inspiración y trabajo cotidiano, a pie de la tierra, en los campos, en las ciudades, y todo aquel ámbito que usted pueda imaginar, han contribuido puntual y por mucho tiempo, a definir el México de nuestros días. Son las mujeres quienes hacen posible que cada día México se levante y camine, y allí incluyo y destaco por supuesto, a las mujeres más humildes del país, las que constituyen la base y el sustento nacional. Sin Ellas -así, escrito con mayúscula- México no sería posible ni tendría futuro alguno.

Por ello me llama la atención esa arenga de política barata de que hoy es el tiempo de las mujeres cuando en realidad siempre lo ha sido, desde que México nació, insisto.

El hecho de que hoy, muchas mujeres y muy afortunadamente, escalen un número creciente de posiciones en -vuelvo a decir- prácticamente todos los ámbitos de la vida pública del país, entraña en sí el origen negativo de una nueva división entre mujeres, las que sí pueden ascender y por ello ser reconocidas y las que permanecen y se mantendrán en la base de la pirámide social pero aportan todos los días de su vida al crecimiento y desarrollo de millones de mexicanos.

Esto pese al menosprecio y la violencia de sus pares, y aún de muchos hombres que persisten en prácticas como la vejación, la humillación y aún la violencia y el homicidio. Esto es lo que debería evitarse, impedirse a todo trance, más aún en un país como México donde cada 24 horas, se ultima a un promedio de 11 mujeres. Hace falta mucho para educar en el respeto y la valoración de las mujeres, en particular a todas aquellas ubicadas en la base social mexicana, y extender esta enseñanza y práctica entre las propias mujeres.

La proclama de que es el tiempo de las mujeres parece reduccionista y encaminada a reconocer sólo a aquellas mujeres que bregan por la obtención de su propio triunfo en la escala del poder, menospreciando a aquellas otras que luchan todos los días sin fanfarrias, ni tarimas, megáfonos, apoyos de todo tipo y bajo la seductora ambición de constituirse en las primeras a cualquier precio y tarifa como si de una simple moda se tratara.

Una mujer me enseñó hace tiempo, además, que “las neuronas no tienen sexo”, y que “las personas hablan porque la lengua no tiene hueso”.

@RoCienfuegos1

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