DRINA ERGUETA (SemMéxico, La Paz, Bolivia). Es posible que se haya producido una fuerte ruptura en la imagen de la Iglesia Católica y en la relación de ésta con la sociedad boliviana. Los crímenes sexuales por los que se acusa a 23 de sus sacerdotes; la reacción de las autoridades que han iniciado investigaciones, procesos judiciales y que ya se haya detenido a uno de ellos; y la rabia de la población frente a estos hechos, han provocado que llegue a Bolivia una comisión del Vaticano ¿A qué viene esta comisión?
Es evidente que lo que ocurre con la Iglesia Católica y sus representantes en Bolivia es una situación de crisis que seguramente buscan cómo resolver. En los años 90, esta iglesia ocupaba el primer lugar en la valoración social, le seguía la prensa. En 1996 el 84 por ciento de la población se consideraba católica, cifra que bajó al 58 por ciento en 2022, según una encuesta de la empresa Diagnosis.
En las redes sociales, en los últimos días, circulan imágenes de carteles en los que se lee: “Cura encontrado, cura linchado” (como las amenazas que se suelen poner visibles para vulgares ladrones en ciertos barrios o mercados en los que no hay o se desconfían de la policía), que muestra la rabia que generan las noticias de las últimas semanas sobre casos de violación y abusos sexuales cometidos en Bolivia por parte de religiosos.
La revelación del diario El País, de España, de que el sacerdote Alfonso Pedrajas abusaba sexualmente de alumnos del Colegio Juan XXIII en Cochabamba ha provocado que se ponga oídos a denuncias ignoradas por años, provenientes de diversas partes del país. Hasta el jueves 22 de mayo, había 23 sacerdotes acusados y salieron algunos de sus nombres a luz (Eduardo Revich, Juan José Santana, Luis Roma, Alejandro Mestre, José Mamani… algunos ya fallecidos), uno está detenido preventivamente (Milton Murillo) y otro huido (Garvin Grech, éste además acusado de robar dineros destinados para la población pobre).
Vergüenza para la Iglesia Católica boliviana. Más que vergüenza, complicidad. Las víctimas señalan que habían denunciado a niveles jerárquicos de la iglesia, no hubo respuesta. Luego de la publicación en la prensa internacional, las autoridades han actuado. Tras ello, esta semana llega una comisión del Vaticano, encabezada por Jordi Bertomeu i Farnós, nominado por el papa Francisco como Prelado de Honor de su Santidad por su papel en la persecución de la pedofilia en la Iglesia Católica.
¿Qué hará Bertomeu i Farnós? Por lo pronto, la Conferencia Episcopal ha buscado bajar la sensación de urgencia de su presencia señalando en un comunicado que “esta visita se comenzó a gestionar hace tres años”, señala que se trata de “encuentros de carácter reflexivo” (no se habla de investigación, ni mucho menos sanción) que “serán llevados en un clima de profunda cercanía hacia todos aquellos que han sido víctimas de la lacra de los abusos en la Iglesia”.
¿Qué se puede esperar de la Iglesia Católica? Como institución herida en su imagen y en su generación de confianza, hacia una sociedad cada vez más decepcionada y menos creyente, seguramente hará algún gesto; pero la experiencia señala que éste será leve. No puede romper con su tradición jerárquica, patriarcal, masculinísima y colonial, pese a los equilibrios que pueda hacer para solventar su necesidad de captación de recursos humanos y económicos para mantenerse.
Existen sectores muy cercanos y creyentes que defienden a esta iglesia en declive, hay quienes hasta defienden a los sacerdotes acusados antes que a las víctimas. Hubo sacerdotes que hicieron mucho por Bolivia, como Luis Espinal i Camps y otros; sin embargo, en Latinoamérica y las excolonias en general, la Iglesia Católica como institución tiene una historia de siembra de dolor, de eliminación de culturas y pueblos y de relación cómoda con las élites.
¿A qué viene esa comisión? ¿Qué hará con las víctimas, además de decirles que oren? ¿Acaso donará sus propiedades, habidas con los aportes e impuestos del pueblo, para compensar los daños? ¿El Estado qué más hará y cuán contundente puede ser?