SINGLADURA/ No pues sí, así es facilísimo

ROBERTO CIENFUEGOS J. (@RoCienfuegos1). Otra vez, -¿habría que agregar: como siempre?, el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene razón en sus términos: gobernar no tiene ciencia, un apotegma del cual es posible desprender que el trabajo gubernamental es facilísimo, al menos para él y con base -se deduce- en su  sabiduría infinita.

Bueno, para él ha de resultar facilísimo eso de echar a andar -otra vez en sus términos- la administración porque era un gobierno federal que antes -claro- estaba echado como un elefante, según declaró en un evento público en Ecatepec el 26 de junio del 2019.

Dijo entonces: «Todavía falta porque cuesta trabajo echar a andar al gobierno porque era un gobierno, el federal, que estaba echado como un elefante reumático y mañoso que hay que pararlo y empujarlo para que le sirva al pueblo».

Allí, consideró que no tiene mucha ciencia gobernar, porque la política tiene que ver con el sentido común. «No crean que tiene mucha ciencia el gobernar. Eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad”, diagnosticó con la experticia de un político veterano que se las sabe todas, y que en sus 50 años de ejercicio, muchos de ellos en el hoy casi extinto PRI, pues conoce vidas y milagros de casi todos los actores de la vida pública del país.

Con esa solvencia dijo hace casi cuatro años en Ecatepec que la política tiene más que ver con el sentido común que es el menos común, eso sí, de los sentidos. La política tiene que ver más con el juicio práctico, la política es transformar, es hacer historia, es un oficio noble que permite a la autoridad servir a sus semejantes, servir al prójimo. Esa es la verdadera política», remachó.

Y si, López Obrador tiene razón. Ha hecho y deshecho de México casi cuanto le ha pegado en gana en estos poco más de cuatro años de ejercicio gubernamental. Como nunca en el México contemporáneo, por ejemplo, también ha mangoneado a placer a los militares, así recientemente haya recibido un descolón del máximo tribunal constitucional del país, que declaró inconstitucional el traspaso de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional.

Por supuesto que en la sencilla labor a su cargo se ha llevado algunos tropezones y amargos sinsabores, pero han sido los menos aun cuando no se les puede desdeñar porque han marcado frentazos clave para impedir su santa y absoluta voluntad en México. Los resultados electorales de junio del 21 lo dejaron deshilvanado y de no haber sido por ello, ya tendría todo planchado y almidonado a su muy leal y cabal entender. El descarrilamiento del plan para prolongar dos años la titularidad de Arturo Zaldívar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y su revés con el plan B llamado Jazmín Esquivel Mossa, lo llevaron al ataque frontal contra ese poder del Estado, aun cuando hoy lo encabeza Norma Piña, una mujer que actúa sin estridencias y que le ha causado severos enojos al presidente, a quien sin importar la condición femenina de la ministra-presidenta y tampoco que encabeza un poder del Estado mexicano, ha atacado sin cuartel.

Las manifestaciones del 13 de noviembre del 2022 y del 26 de febrero de este año fueron nuevos pero enormes prietos en el arroz que ya estaba sancochado, y ni hablar de la resistencia opuesta para impedir la virtual extinción del Instituto Nacional Electoral. Tampoco se le ha permitido por dos años consecutivos la apropiación de los remantes del Banco de México, una negativa que ya mereció el reclamo del Jefe del Ejecutivo Federal al considerar que hubo una “intención” detrás de la decisión del ente emisor.

Los remanentes del Banxico son las utilidades que se generan por el manejo de las reservas internacionales del país y estos pueden tener un balance positivo dependiendo del tipo de cambio. Ha habido otras resistencias que han complicado la tarea sencilla de ejercer el poder del presidente.

Pero lo ocurrido el viernes último en el Senado, donde vía “fast track”, los senadores de Morena se sirvieron con la cuchara grande para aprobar 18 dictámenes, abona muchísimo a simplificar la tarea presidencial. De allí que López Obrador tenga razón cuando ha dicho que es fácil gobernar. Y sí, pues así que ni qué, resulta facilísima su labor. Los legisladores de una y otra cámara, militantes de Morena y sus bisagras, lo han ayudado de manera total, sin miramientos ni cortapisas al aprobar dictámenes sin dilaciones y sin siquiera saber si por un mínimo de decoro personal y respeto a sus electores, habría hecho falta mover una coma, o dos, si acaso. Nada de eso, al presidente lo que pida. Vendrán casi seguramente impugnaciones y reclamos ante el máximo tribunal constitucional, y con ello, nuevos choques entre los poderes de este país. Está por verse de qué cuero salen más correas.

Antes estos y otros hechos, que sería prolijo enumerar en este espacio, los electores deberán ahora repensar cómo ejercer su derecho el año próximo, cuando ya el presidente tiene una lista o carta de pendientes una vez -un trámite sencillo, otra vez- que se integre el nuevo congreso federal. El presidente ya anticipó con seguridad total que entonces podrá reformar la constitución conforme a su leal y cabal entender porque dispondrá de mayorías calificadas en ambas cámaras. No pues sí, gobernar así es facilísimo. ¿O no?

@RoCienfuegos1

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