*El incendio en la estación migratoria de Ciudad Juárez fue un acto deliberado y, como en muchos otros casos, nunca se aclarará la verdad. La versión de Rosa Icela Rodríguez es una estupidez
*Para amenizar el fin de semana de los mentideros políticos, el presidente de la República externa dos bulos de su exclusiva cosecha: venta del avión y Guardia Nacional son los temas
GREGORIO ORTEGA MOLINA. Quizá es la única oferta presidencial cumplida -al menos en sus términos precisos-; prometió purificar México y lo hace, sin detenerse a meditar en las consecuencias ni externar consideración alguna por las víctimas propiciatorias: 40 emigrantes que supusieron al país un refugio seguro.
Nada más purificador que el fuego, a menos que sea el del infierno, donde se permanece para una sanción eterna. Quizá es imposible el arrepentimiento en medio del dolor, sobre todo desde ese sufrimiento moral que deja en los deudos el recuerdo de teas humanas, de los desaparecidos, el espectáculo necrológico de las fosas clandestinas, el llanto de las víctimas de trata y, el peor, el conocimiento y reconocimiento público del engaño, la decisión de incumplir, a rajatabla, el mandato constitucional, y dejar en manos del “destino” la salud y seguridad de los gobernados. Medicamentos escasean, así como disminuye la certeza de que el gobierno defenderá los derechos de los mexicanos.
¿Por qué tomaron la decisión de impedir que salieran de la estación migratoria? ¿Quiénes lo hicieron? No son preguntas ociosas. Las imágenes son claras y no dejan lugar a dudas. Quienes debían salvarlos salieron del lugar sabiendo el resultado de hacerlo. Es necesario dilucidar si es una decisión desde el gobierno, o en contra de ese mismo gobierno, e inicia ya la violencia de una sucesión presidencial que se anticipa cruenta.
No le demos vueltas, la violencia verbal diaria -desde la voz presidencial-, reiterativa y de graves consecuencias, equivale a un bullying en contra de todos los mexicanos que el presidente de la República considera enemigos, y no únicamente adversarios, que no los tiene, los que no son su escabel, están en su contra.
La violencia verbal del presidente de la República ha propiciado que México se convierta en una nación de sangre y balas. Para entenderlo sugiero la lectura de Salvar el fuego, novela en la que Guillermo Arriaga ofrece un muestrario de lo que somos capaces de hacer y en lo que un buen número de mexicanos se han convertido. No culpemos al hambre y a la endeble seguridad pública. La perorata violenta de las conferencias presidenciales favorece que cada cual busque el “modito” de hacerse con lo suyo, sin detenerse a pensar en las consecuencias de los actos.
El incendio en la estación migratoria de Ciudad Juárez fue un acto deliberado y, como en muchos otros casos, nunca se aclarará la verdad. La versión de Rosa Icela Rodríguez es una estupidez.
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Para amenizar el fin de semana de los mentideros políticos, el presidente de la República externa dos bulos de su exclusiva cosecha.
El precio del avión presidencial en venta de garaje, decayó por una falla de origen. ¿Tendrá algo que opinar el fabricante?
Norma Piña, cual serpiente bíblica, tentó a la impoluta Rosa Icela Rodríguez para “negociar” lo de la Guardia Nacional.
Ni modo, he de usar el término: quiere vernos la cara de pendejos.
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