Ricardo Burgos Orozco
Ciudad de México, 27 de marzo (entresemana.mx). Paso, casi todos los días. por la estación Barranca del Muerto y desde hace unos días me encontré con una exposición muy original de pinturas con el tema de los cerillos, del artista Luigi Fantini. Entre el bullicio de cientos de personas que llegan por la tarde a esa terminal de la Línea 7, me detuve a admirar la muestra que me pareció muy interesante y original.
Ahí, en esos aparadores, te vas a encontrar con distintos tipos de imágenes de cerillos, unos que ni siquiera te puedes imaginar. Fantini, un pintor con mucha experiencia y sensibilidad, encontró en esos diminutos, pero necesarios objetos, una fuente muy rica de inspiración.
Por supuesto, la mayor parte de la gente pasa sin percatarse siquiera de la muestra porque casi todas y todos van con mucha prisa, a veces hasta corriendo para alcanzar el tren o salir lo más pronto posible para llegar a su trabajo, al lugar de su cita o a sus casas.
Durante el tiempo que estaba admirando la exposición recordé mi época infantil cuando mi mamá me mandaba a comprar una caja de cerillos. En ese tiempo recuerdo que costaban 30 centavos, ya sea de La Central o La Moderna. Mis papás tenían mucho cuidado de no dejar los cerillos al alcance de mi hermanita o de mí, conociendo lo traviesos que éramos. Sin embargo, nunca ni siquiera nos atrevimos a tocar tan peligrosos instrumentos que permitían encender la modesta estufa de petróleo de la casa.
Mientras estaba mirando las obras me preguntaba ¿A quién se le ocurrió inventar esos pequeños objetos tan útiles? Fue en el año 1827 y por casualidad: un químico inglés llamado John Walker estaba en su laboratorio tratando de crear un nuevo explosivo y al remover la mezcla de productos con un palito, observó que en el extremo se había secado una gota en forma de lágrima. Para eliminarla, la frotó contra el suelo del laboratorio, provocando que se encendiera.
Walker no patentó su invento; quien lo comercializó después fue un tal Samuel Jones con el nombre de lucifers. Esos primeros fósforos no eran como los conocemos ahora porque tenían un olor desagradable, la llama era inestable y al encender tenían una reacción violenta y peligrosa.
Después de casi 200 años a un artista se le ocurre trabajar y pintar esos minúsculos artículos. Todos los cuadros están a la venta por si alguien se interesa por alguno. Pese a su nombre, Luigi Fantini es mexicano de origen italiano; estudió Comunicación Visual y ha montado exposiciones en diversos lugares de la República Mexicana y de países como Estados Unidos, Francia y Suiza. Su página es: www.luigifantini.com
Después de esos minutos de tranquilidad viendo las pinturas de Luigi Fantini, vamos a enfrentarnos con los retrasos de trenes, embotellamientos de usuarios y apretujones cotidianos de la Línea 7, pensé.