DULCE MARÍA SAURI RIANCHO (SemMéxico, Mérida, Yucatán). La Orquesta Sinfónica de Yucatán (OSY) representa la experiencia más exitosa de colaboración entre el gobierno y la sociedad en torno a un proyecto cultural sostenido durante casi 20 años.
Al iniciar el siglo XXI, arropar en provincia la idea de conformar una orquesta sinfónica parecía un reto muy difícil de materializar. Su antecedente inmediato, creada en 1975 y disuelta en 1982, con músicos/as locales y director yucateco, sólo resistió una administración estatal completa. La fragilidad presupuestal de la hacienda pública, concentrada en esos años en obtener recursos para financiar la actividad henequenera, hizo fácil que, al comenzar el gobierno del general Graciliano Alpuche Pinzón, “desapareciera” la Sinfónica de la nómina estatal.
Sobrevivió a duras penas, la Orquesta Típica Yucalpetén, fundada en 1942, cuya misión principal es la preservación y difusión de la música popular, especialmente la de compositores yucatecos y su obra lírica. Por esas razones, la tarea que se impuso Adolfo Patrón Luján en 2001 lucía quijotesca; aun así comenzó a invitar a distintas personas de la sociedad yucateca a unir fuerzas con el gobierno estatal para darle a Yucatán una sinfónica.
El Patronato se conformó no sólo para obtener y canalizar recursos económicos, sino también para coadyuvar en el desarrollo de la recién creada agrupación y, con su participación, contribuir a dar la estabilidad necesaria a la OSY en el mediano y largo plazos. Por eso el Patronato se comprometió activamente en el proceso de selección de su primer director artístico, con una convocatoria internacional de por medio.
El debut de la OSY fue en febrero de 2004, bajo la batuta del maestro colombiano Juan Felipe Molano, con su plantilla musical contratada con dinero del presupuesto del entonces Instituto de Cultura de Yucatán y, por primera vez, con el compromiso de aportación del recién constituido Patronato, lo que implicaba el involucramiento real de un grupo de colaboradores en el sostenimiento de la Orquesta.
El cambio de gobierno en 2007 representó el primer desafío. Al igual que lo sucedido al inicio de este mes, la nueva gobernadora cambió la dirección artística de la Sinfónica de Yucatán. La imposición no ayudó en absoluto al desempeño como director de un talentoso músico yucateco. La situación hizo crisis al comenzar 2008. La respuesta a esta primera encrucijada de la OSY ejemplifica su gran capacidad para resistir y trascender las circunstancias difíciles y los rejuegos políticos que, como en cualquier organización, se presentaron entonces y ahora.
En vez de disolverse, como en 1982, el gobierno estatal recapacitó. Fue entonces cuando la gobernadora Ortega expidió el decreto de creación del Fideicomiso Garante de la Orquesta Sinfónica de Yucatán (FIGAROSY), que en el artículo 1º reconoce su carácter de entidad pública paraestatal, encargado de la administración y funcionamiento de la OSY (Diario Oficial del Gobierno del Estado de Yucatán, 18 de marzo de 2008). La presidencia del FIGAROSY corresponde desde entonces, a la/el gobernador del estado, con la participación en su comité técnico de otros cuatro funcionarios estatales (titulares de Hacienda, Planeación, Educación y Cultura), además de cinco representantes del Patronato (president@, vicepresident@, y tres vocales).
La estabilidad de la OSY durante 15 años concluyó abruptamente con el despido de su director, Juan Carlos Lomónaco, a quien ni siquiera se le dio la oportunidad de conducir la temporada de invierno que cerraba -¡oh, ironía!- con el Réquiem de Mozart.
En esta segunda crisis de la OSY rumores van y vienen respecto a la arbitraria decisión que tomó el presidente de FIGAROSY -el gobernador Vila- que, como en 2008, podría tener consecuencias para un proyecto que basa su fortaleza en la estructura institucional creada para darle estabilidad más allá de los vaivenes políticos.
La resiliencia de la OSY se demostró el fin de semana pasado, cuando bajo la conducción de un joven director invitado, yucateco de origen, el conjunto de más de 60 músicos mantuvo su acostumbrada calidad en el último concierto de la temporada. ¿Cuál es la profundidad de los daños causados por la intervención arbitraria del gobierno en la conducción artística de la OSY? Aún no lo sabemos, más porque esta inexplicable acción sucede después de un tenso periodo de restricciones presupuestales, recortes de recursos, incendio del Peón Contreras y una campaña soterrada contra una institución cultural a la que se insiste en descalificar por elitista, alejada de los grupos populares y cerrada al talento yucateco.
Sostengo que la Orquesta Sinfónica de Yucatán ha contribuido en forma importante a la cultura artística y musical de nuestro estado, empezando por la formación de su propio público. Sus integrantes son, a la vez, maestras y maestros en distintos centros de educación artística, comenzando por la Escuela Superior de Artes, ESAY; integran además conjuntos de cuerdas, metales, cuartetos y orquestas de cámara que interpretan toda clase de música -incluyendo la religiosa- ante audiencias variadas.
La OSY no es la Típica Yucalpetén, ni tenemos que escoger entre una y otra. Ambas tienen su espacio en la vida cultural de Yucatán, una con más de 80 años y otra, apenas con 20. Las instituciones musicales yucatecas son bienes culturales que contribuyen en forma decisiva a la calidad de vida que tanto apreciamos. Si la poco aseada intervención gubernamental en la conducción artística de la OSY fue por exigencias de un eventual financiamiento privado, ojalá que las autoridades cuiden el origen y las condiciones de esos donativos, sobre todo, su continuidad.
Se anuncian nuevos tiempos para la OSY y una estrategia que la “acerque” más al pueblo. Más que insistir en llevar a la orquesta completa a los municipios habría que pensar en opciones y apoyos para que los conjuntos integrados por sus músicos/as se desplacen a las poblaciones del interior con programas seleccionados. Que financie FIGAROSY los arreglos sinfónicos para interpretar a más compositores mexicanos y yucatecos y, eventualmente, la propia música de Manzanero, una especie de “Beatles Sinfónico”, como se realizó con las creaciones del inmortal cuarteto de Liverpool.
Pero el siguiente paso es definitivo para el futuro cercano. Se trata de la contratación del nuevo director artístico de la OSY. No puede ser un nombramiento arbitrario, por más buenas intenciones que tengan las autoridades al imponer a alguien “recomendado”. A semejanza de 2008, la salida de la crisis actual implica un proceso transparente de elección mediante concurso del nuev@ director/a. La imposición siempre es pésima consejera, más cuando se trata con un conjunto humano de alta sensibilidad, como es el integrado por las y los músicos de la Sinfónica.
Espero que las autoridades estatales lo entiendan y lo asuman, así como el propio comité técnico de FIGAROSY, y que actúen en consecuencia. Porque el dinero, asumo, ya dejará de ser un problema, pues el gobierno entregará completo y sin dilación el presupuesto comprometido para la Sinfónica en lo que resta de 2023. Y para el próximo año se respirarán otros aires políticos que, espero, tengan a la OSY como parte esencial del proyecto cultural del nuevo gobierno.
Reconocimiento. El pasado domingo 19 concluyó exitosamente la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (FILEY). Con el patrocinio de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y la conducción de María Teresa Mézquita, celebró su 11 edición, en un marco de continuidad institucional que suma ya tres cambios en la Rectoría de la UADY.
*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán