FERNANDO IRALA. Hace más de un siglo que en una glorieta del Paseo de la Reforma se sembró una palma, la cual creció junto con la ciudad y se convirtió en un ícono urbano.
Hubiera podido vivir tal vez otro siglo, pero el descuido por el que se caracterizan los gobiernos mal llamados de izquierda, la hizo enfermar hasta entrar en agonía.
La retiraron cuando no hubo otro remedio, pero en una de esas decisiones tras el escritorio que caracteriza a nuestros regímenes “democráticos”, no se optó por sustituirla con otra especie similar, sino plantar un ahuehuete. Ya ve usted que las palmeras son neoliberales y conservadoras, y en cambio esos gigantescos árboles son autóctonos y simbólicos.
Parece que no estudiaron previamente los requerimientos de esos “viejos del agua”, que como indican las raices de su nombre, requiere agua, mucha agua, de preferencia la cercanía a un río u otro cuerpo acuático. Pero los numerosos rios de la ciudad ahora son viaductos y el vasto lago en que fue fundada no existe más.
En una de ésas, lo sembraron y luego se olvidaron de regarlo.
Lo cierto es que el arbolillo está seco y resquebrajándose, no tiene una sola hoja, ni un rebrote, ni visos de componerse.
Por ello han anunciado que lo van a mover, se lo llevarán para intentar rehabilitarlo, y nos van a traer otro ahuehuete, a ver si el nuevo resulta más resistente y resiliente.
Ojalá que así sea, y que le pongan una fuente como la que tiene la Diana en su base, para que pueda disponer del agua que necesita. Como diría el gran José José: “pero dale de beber”.
De sembrar otra palmera, ni pensarlo, ya lo dijimos, son neoliberales y conservadoras.
Así transcurre la vida de la gran ciudad de México, entre descuidos mortales y ocurrencias e imprevisiones fatales, no sólo con las plantas.
Y así ocurre en todo el país. Secuelas de la incapacidad y mediocridad de nuestras autoridades, de la indiferencia de una población e incluso de los arranques destructivos que se expresan en el grafiteo y el deterioro intencional urbano.
A ver cómo le va al nuevo ahuehuete situado en la Glorieta de la Palma. Porque como a la palmera original y al arbolillo ahora moribundo, así nos está yendo a los ciudadanos con nuestros gobiernos de destrucción y muerte.