Ricardo Burgos Orozco
Ciudad de México, 27 de febrero (entresemana.mx). Cuando lo vi la primera vez hace tres años era la sensación del Metro. En ese lugar se juntaban familias enteras, mujeres, hombres, todos aquellos quienes siempre tuvieron la inquietud de “echarse” un palomazo y no lo habían hecho por falta de tiempo. Varias ocasiones vi grupitos de personas que se turnaban para cantar, se aplaudían entre ellos y armaban una buena tertulia alrededor de ese sencillo aparato de karaoke colocado en División del Norte, de la Línea 3. Ahí se olvidaban de apretones, sudadas y aceleres propios de este transporte masivo.
Llegó la pandemia en 2020 y tuvieron que suspender el karaoke para evitar mayores contagios. Quitaron el micrófono, apagaron el aparato y jamás ha vuelto a encenderse, aunque para muchos el Covid ya está dejando de ser un riesgo en México.
Cada vez que pasaba por la estación lo hacia con la esperanza de que alguna ocasión volviera a funcionar. Siempre me pareció un excelente medio de comunicación porque gente que ni siquiera se conocía se arremolinaba alrededor del karaoke y cantaba. Escuché muy buenas voces durante las veces que me tocaba pasar por esa estación; los cantantes ocasionales le ponían todo el sentimiento y la seriedad que ameritaba su interpretación.
Sin la música y el ambiente que ponían los usuarios en esa estación ya no es lo mismo. Pregunté a tres vigilantes que estaban en los torniquetes de una de las salidas si había alguna posibilidad que se reactivara el karaoke. Primero me pidieron que preguntara en las oficinas centrales, pero cuando les contesté que difícilmente me responden, comentaron que ya no va a volver a funcionar el aparato. “Ya tiene hasta chinches de tanto que no se ha usado”, bromeó uno de los policías.
Me acerqué al karaoke y está desmantelado. Le falta el micrófono y en la pantalla apagada le colocaron un letrero de papel en el cual se lee: “NO FUNCIONA”. El pedestal es mudo testigo de lo que fue alguna ocasión este lugar. Todas las personas que pasan se quedan observando; tal vez la mayoría de quienes pasan usaron el karaoke alguna ocasión.
La estación División del Norte también tenía un espacio dedicado a los autores y compositores de México como un homenaje a ellos; era una especie de museo de sitio donde en un gran aparador podías admirar objetos y hasta vestuario de gente de la música como Consuelo Velázquez, Gonzalo Curiel, Chucho Monge, Ernesto Cortazár, Ricardo López Méndez (El Vate) y Alfonso Esparza Oteo, entre varios más.
En el mismo lugar está ahora una exposición de carteles cuya autora es Gabriela Esparza Robles, artista plástica, diseñadora e ilustradora, quien ha sufrido violencia laboral; lo que conserva la estación es una serie de fotografías e imágenes de intérpretes y compositores colocadas en distintos puntos de la terminal.