*Lo que se cierne sobre los mexicanos es una tormenta perfecta en las pugnas por el poder, con consecuencias imprevisibles para todos. ¿Querrán avenirse y encontrar coincidencias, en lugar de profundizar las desavenencias?
GREGORIO ORTEGA MOLINA. Después del abandono de su compromiso político e ideológico con Méxicolectivo, la historia pública de Cuauhtémoc Cárdenas debe pasar a revisión histórica, porque como todo ser humano que se mueve en la tandariola del poder, es necesario evaluar si pesan más los claros que los oscuros, o a la inversa.
Su carácter, y por consiguiente la actitud ante la vida y decisiones cruciales por él asumidas, fueron forjados en la fundición de dos enormes personalidades: Amalia Solórzano y Lázaro Cárdenas del Río, el general, el tata, el presidente de México que determinó el qué hacer con el petróleo, cómo proteger la tierra y la manera de ayudar a los menos favorecidos. El término pobres no estuvo en su vocabulario de gobernante, porque sabe ese origen evangélico que refiere a los “pobres de espíritu”.
¿Recordará Cuauhtémoc cuando doña Amalia lo bajó del pedestal al decirle que no olvidara que no era y no fue el General? Se lo escuché a un testigo, historiador y confiable.
El ingeniero debe más explicaciones que las congratulaciones que merece. Debe explicarnos por quiénes y cómo se determinó la ejecución de Francisco Javier Ovando y Román Gil; aclarar su rompimiento con Cristóbal Arias y su intervención para que nunca llegara a convertirse en gobernador de Michoacán; proporcionar a sus “fans” la neta de su larga conversación con Carlos Salinas de Gortari y su opinión de la mesa de negociación entre el presidente de la República y el PAN, para garantizar gobernabilidad y obtener el premio mayor en 2000, cuyo agraciado fue Vicente Fox.
Son sólo algunas de sus actitudes sin respuesta, pero que pesan tanto o más que la formación de la Corriente Democrática, del Frente Democrático Nacional y del PRD.
El culmen de la claridad en su quehacer político, sería que nos contara, en tono amistoso, qué le vio a Andrés Manuel López Obrador para contribuir a auparlo en el primer círculo del poder, y quién traicionó o, al menos, ninguneó a quién.
Naturalmente que la pregunta de los 64 mil pesos requiere una respuesta absolutamente clara. ¿Estuvo perfectamente evaluado el daño causado a la nación que ha querido gobernar, como para decidir dar la espalda a los mexicanos y a la historia? ¿Pesó más en su ánimo el ámbito personal, que su responsabilidad con el país? Nunca tendremos respuestas.
Lo que se cierne sobre los mexicanos es una tormenta perfecta en las pugnas por el poder, con consecuencias imprevisibles para todos. ¿Querrán avenirse y encontrar coincidencias, en lugar de profundizar las desavenencias?
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