DULCE MARÍA SAURI RIANCHO* (SemMéxico, Mérida, Yucatán). El presidente López Obrador ha anunciado que encabezará una marcha en la Ciudad de México el próximo domingo 27.
Unos días después, el 1 de diciembre, se cumple el cuarto aniversario del inicio de su mandato. No será la primera vez que un Presidente mexicano vaya al frente de movilizaciones populares.
Fotografías que han circulado recientemente nos muestran a los presidentes Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo en distintos momentos de su mandato que requirieron de manifestaciones de apoyo a sus políticas.
Solo que estos acontecimientos se dieron entre 1968 y el inicio de la década de 1980. Los grupos llenaban el Zócalo y se desbordaban por las calles aledañas, en un país que tenía menos de la tercera parte de sus 130 millones de habitantes actuales.
¿De dónde surgió la inquietud presidencial por celebrar sus cuatro años de gobierno con una gigantesca movilización de contingentes que acudirán de distintos estados del país y desde luego, de las alcaldías de la Ciudad de México?
No cabe duda que en el corazón presidencial anida el sentimiento de la revancha, para demostrar que él y su movimiento, Morena, pueden convocar a muchísimas más personas que las que se congregaron el 13 de noviembre pasado; que él es, indubitablemente, el amo de las calles y poseedor de capacidades únicas para llenar plazas y avenidas, en este caso, de la capital del país.
Entre el 13N y el 27N hay una única semejanza: pueblo, personas y agrupaciones que toman espacios icónicos de la Ciudad de México. Hasta allá. Son mucho más numerosas e ilustrativas las diferencias. Veamos.
Defender instituciones, defender personas. El 13 de noviembre el pueblo, la ciudadanía y la sociedad organizada se manifestaron de múltiples maneras para defender a las instituciones electorales: INE y Tribunal.
La intuición popular sobre la importancia de preservar su independencia y autonomía llevó a miles de personas de distintas condiciones sociales a expresar su voluntad y compromiso con la institución que les proporciona su credencial para votar que, cuando la extravían o se las roban, es sustituida a la brevedad y sin costo alguno.
Para numerosas personas es su único documento de identificación, que sirve para acudir a los bancos, cobrar pensiones, acreditar edad para acceder a antros y consumir bebidas alcohólicas, entre otros trámites de la vida cotidiana.
Además, ¿cuántos millones de personas han sido llamados para integrar las casillas en las jornadas electorales desde hace 25 años? ¿Cuántos más han actuado como representantes de partidos políticos?
¿Y las y los funcionarios del servicio electoral: capacitadores/as, supervisores/as, etc., los que hacen posible la organización electoral, los mismos que el presidente López Obrador y su movimiento pretenden eliminar? A ellas y ellos no les cuentan lo que hace el INE ciudadano; lo han vivido y por eso ahora lo defienden.
El 27 de noviembre cientos de miles de personas acudirán a marchar por una persona, el presidente López Obrador. Por más relevante que sea el responsable del Ejecutivo federal, su función concluirá el 1 de octubre de 2024. Su legado únicamente puede medirse en bienestar del pueblo e instituciones que haya contribuido a crear o a fortalecer que, por cierto, son muy pocas.
En cambio, la lista de la destrucción del entramado institucional en este sexenio es abundante. ¿Marcharán beneficiarios/as de programas gubernamentales? Es posible. Por agradecimiento o por temor a perder lo que es constitucionalmente suyo, o sea, los subsidios y apoyos entre los que destaca la pensión de adultos/as mayores.
Organizar desde la sociedad, organizar desde el gobierno. El 13N fueron distintas organizaciones de la sociedad quienes convocaron a la movilización nacional, lo mismo a la gigantesca marcha de la Ciudad de México que a las concentraciones en más de 50 ciudades del país, incluyendo la “cadena” de Mérida.
Carteles, mantas y camisetas fueron financiadas por las y los asistentes. Los gobiernos no intervinieron; por el contrario, algunos de Morena obstaculizaron con todos sus recursos, incluyendo la declaratoria de contingencia ambiental por ozono en la Ciudad de México para ese domingo, inédita cuando se trata de un día feriado.
En cambio, el 27N se moverán las estructuras gubernamentales afines al presidente López Obrador, no solo de la capital del país sino también de estados circunvecinos y muy posiblemente, de entidades geográficamente lejanas. Ya se conocen las estrategias para concentrar miles de personas en el Paseo de la Reforma y luego al Zócalo.
Las fuentes de financiamiento de tamaño movilización serán gubernamentales: transporte, alimentación, traslados e “incentivo monetario” etc. Y desde luego, habrá un día despejado de contingencias ambientales para ese último domingo de noviembre; de eso se asegurará la jefa de gobierno.
Federalismo vs. centralismo. “El INE no se toca” se gritó en las 32 entidades de todo el país. La enorme expresión ciudadana de la CDMX fue de personas que la habitan en sus 16 alcaldías y algunos municipios conurbados del Estado de México.
A nadie se le ocurrió plantear traslados de personas porque el propósito fue demostrar el apoyo nacional al INE y al Tribunal.
Por el contrario, el 27N el presidente López Obrador y su movimiento concentrarán a sus bases de apoyo en la capital, trasladando de donde se requiera a grupos afines con tal de demostrar su gran capacidad de movilización.
No debería extrañarnos este afán centralizador, que responde a la vocación concentradora del poder en el presidente López Obrador.
Tan pueblo era quienes se manifestaron el 13 de noviembre como pueblo será el que lo haga el 27 próximo. Me niego rotundamente a descalificar a los miles de personas que concurrirán a la marcha de apoyo al presidente López Obrador.
¿Qué sé yo de los temores y necesidades que acompañarán su traslado y las largas horas de plantón? Son ciudadanas y ciudadanos como yo, como los cientos de miles que nos expresamos quince días atrás.
Por eso rechazo rotundamente las expresiones presidenciales que nos condenan. La diferencia es que nosotros y nosotras luchamos para que TOD@S, sin excepción, puedan seguir gozando de las libertades que la democracia nos brinda.
El 13N y el 27N no son comparables, son esencialmente distintos. El “músculo” lopezobradorista se expresará en plenitud, como sucedió en el pasado del PRI. Pero mientras se mantenga el INE independiente y autónomo podremos seguir observando el fenómeno de plazas llenas y urnas vacías de votos para quienes no convencen, sino amedrentan.
No sería la primera vez en 2024. De la sociedad, de la ciudadanía movilizada y de las oposiciones unidas dependerá.
*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán