BELLAS Y AIROSAS

Centenario de la procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo, una sola mujer procuradora, Flor de María López González

ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). “Ya no recuerdo quién, pero un familiar fue el único que lo expresó o se le salió decir: Pero, si eres mujer, ese puesto no es para mujer, no vas a poder, no sabes lo que es mandar a un policía, ver armas o situaciones de secuestros o de otros delitos. ¿Crees que vas a poder con todo eso? Eso es para hombres. ¿A poco vas a aceptar? Casi en coro mi familia contestó: ¡Ya aceptó! No, no me enojé, más bien le agradecí ese comentario porque seguramente mucha gente pensaría como él y yo tenía que estar preparada también para eso. La decisión ya estaba tomada. Llamé al licenciado Núñez Soto y le dije: Sí, acepto ser la procuradora”.

La Procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo cumplió 100 años en una de las épocas más difíciles de la humanidad: la pandemia y el confinamiento. Fue así como las celebraciones planeadas tuvieron que esperar o ser modificadas, sin embargo, el objetivo de publicar un libro que hiciera un recuento de su historia se mantuvo latente gracias al compromiso y tenacidad de quien fue el procurador durante el lapso 2018-2021, el doctor Raúl Arroyo. Sensible y comprometido, conocedor de la historia del estado, se propuso crear una obra donde las voces de quienes fueron titulares de esta institución se pudieran escuchar. Generoso conmigo, él me invitó a escribir un texto sobre la única mujer procuradora hasta el momento en nuestra región: Flor de María López González.

Logré contactarla y, debido al confinamiento, aceptó charlar conmigo a través de una transmisión en zoom que apenas empezaban a ser dominadas por quienes deseábamos no perder contacto con nuestros/as estudiantes o colegas. Fue extraño charlar desde lejos, pero sintiéndonos muy cerca porque ella poco a poco empezó a confiar en mí, entre el respeto y la admiración, alguna anécdota compartida, gustos por cosas parecidas, cuestiones de género que se volvieron obstáculos, inspiraciones que lograron seguir adelante.

Recuerdo mucho su voz, ese tono que delataba pasión y certeza, en ningún instante titubeó o dudó al responder sobre el significado de la palabra justicia en su vida personal y profesional. Su voz revelaba un carácter fuerte y una seguridad admirable. Bien la describió una de las personas que trabajó con ella: “La definiré en dos palabras: exigente pero muy humana, una de mis mejores jefas”.

A lo largo de la charla nunca perdió la humildad ni el aplomo, se asomaba con sencillez en ese espejo que han construido los otros sobre ella. Sin duda ese carácter y esa forma de creer en sí misma le han dado la oportunidad de construir una sólida trayectoria que fue consolidando a fuerza de trabajo, de certezas y absoluta dedicación.

Nació en Villa de Tezontepec, Hidalgo, un bello lugar donde aprendió a usar un traje de charra y cabalgar con gracia. Decidió estudiar Derecho, pero no se conformó con aprender en las aulas y combinó clases con trabajo en escenarios donde aprendiera de las y los abogados en la práctica. Ya titulada trabajó en diversos lugares. Después de una década de compromiso constante, el licenciado Manuel Hinojosa le hizo la pregunta que coronaba su trayectoria, que en sueños y en el fondo de su corazón anhelaba: ¿Le gustaría ser magistrada? “Antes de responderle -evocó- de inmediato recordé esa tarde que junto a mí pasó caminando doña Estela Rojas, la primera magistrada del estado de Hidalgo. Qué porte, qué personalidad. Admiraba su trayectoria, la forma en que gracias a su trabajo y tenacidad lograba ser reconocida con tan importante nombramiento. No me atreví a acercarme. Pero, recuerdo mi voz murmurando con tono de admiración y elogio total: ella es la magistrada, lo máximo en la vida. Se notaba su orgullo, pero también la responsabilidad asimilada. Y dije sí, sí quiero ser magistrada. Por supuesto, no bastaba esa respuesta afirmativa, ni mis sueños y sensaciones. Fui entrevistada por el gobernador. Lo visitamos tres personas más y yo, entre ellas Raúl Arroyo. Se nos pidió prepararnos lo mejor posible para comparecer ante el Congreso del Estado. Aunque se reconocía nuestra trayectoria, la presentación debía ser impecable. Y ese día que nos aceptaron como magistrados, si bien sentí lo máximo también se fortaleció mi responsabilidad moral en mi actuar jurídico”.

Ya como magistrada, Flor de María vio pasar los años sin perder su fuerza y compromiso. No dejaba de tener una vida cotidiana, de aprovechar el tiempo libre con las amigas, las lecturas y cabalgar cuando era posible. Un esposo que compartía cada responsabilidad en el hogar, no como una ayuda, sino como un compromiso auténtico con la familia que habían formado, y dos hijos que crecían en un hogar amoroso.

Hasta que un día, un rumor empezó a correr cuando fue electo como gobernador del estado de Hidalgo Manuel Ángel Núñez Soto. “Parece, dicen, comentan, sugieren, advierten, murmuran que te quiere para la Procuraduría General de Justicia… No hacía mucho caso, hasta que una noche, quince días ante de la toma de posesión, recibo una llamada telefónica: Quieren hablar contigo. Pese a todo, yo pensaba que posiblemente me iban a proponer apoyar en el DIF, por mi experiencia en el Juzgado de lo Familiar, y hasta por mi trabajo de voluntariado con las esposas de los funcionarios. Sí, sabía del rumor, pero no quise dejarme influir. Así que tranquila, bueno también inquieta, llegué con el licenciado Núñez Soto. Amable y atento, me recibió. Él empezó a enumerar lo que sabía de mi trayectoria, en cada puesto que mencionaba siempre emitía un comentario favorable de mi trabajo. Yo lo escuchaba atenta, pero en mi cabeza me preguntaba: ¿Qué me va a decir? ¿Qué ha visto en mí para estar ahora frente a él? Entonces, su pregunta borró todas mis inquietudes: ¿Le gustaría formar parte de mi gabinete como procuradora general de Justicia del estado de Hidalgo?”

Todas las emociones se arremolinaron en su cuerpo, la sangre se bajó a tal grado que creyó perder el color en su rostro, el corazón aceleró su ritmo. Quizá evocó esos días donde cabalgar le daba la grata sensación de libertad y dominio. El viento despeinando sus cabellos. La mirada generosa de su padre, la fuerza de espíritu de su madre. Los sueños al estudiar derecho, el compromiso en cada momento que estuvo segura de ser aliada de la justicia.

“Yo repetía en mi cabeza madre santa, madre santa, y ahora qué le digo. Sinceramente, ver un policía me daba cosa, ese temor ante alguien que puede abusar de su poder, aunque a la vez representa el orden. Como un destello llegó a mi memoria ese momento en que me dirigía a un evento, caminaba por el estacionamiento y vi llegar a Omar Fayad cuando era procurador general de Justicia del estado de Hidalgo. Qué impresión verlo llegar con su escolta, con esa aura que te da un puesto de esa responsabilidad. El paso firme y la cabeza levantada para que se note tu fuerza. Detuve mi andar, lo miré pasar en silencio, pero en la mente repetí muy bajito: Oh, ahí va el procurador, qué impresión. Y ahora, estaban proponiéndome ser yo la procuradora”. Y así se convirtió en la primera mujer en el estado de Hidalgo.

¿Miedo? Jamás.

¿Inseguridad? Nunca.

¿Debilidad? Ni un solo instante.

“Trabajé con honestidad. Con este carácter fuerte que heredé de mi madre, con esta buena fe que mi padre me enseñó. Sí, tuve que tomar decisiones fuertes, pero siempre conté con el apoyo del gobernador, de las y los secretarios, de mi equipo de trabajo. Fui respetada, jamás frente a mí alguien dudó de mi puesto y de mis decisiones. Ningún policía se alteró porque una mujer les diera una orden, alguna recomendación y también una llamada de atención. Todo delito se investigó y se persiguió conforme a la ley. Nunca llevé al puesto ese rol tradicional asignado a las mujeres, yo no vine a dejar bonita la Procuraduría, ni a mostrar mi lado maternal o asustarme ante lo complejo de un hecho. Sí, soy una mujer, pero primero soy procuradora, mi tarea es investigar y perseguir los delitos, que en los tribunales y juzgados se trabaje con responsabilidad, evitar violaciones a los derechos humanos y, cuando fuera necesario, reconocer el uso legítimo de la fuerza”.

La entrevista completa quedó atrapada en las páginas 172-186 del libro titulado “Centenario. Procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo” (2022), obra de 336 páginas donde se ofrecen contextos, miradas críticas y exploraciones históricas en plumas de Rafael Estrada Michel, Mario Ernesto Pfeiffer, Rocío Ruiz de la Berrera y Raúl Arroyo. Nueve entrevistas con hombres que han estado al frente de la Procuraduría y que fueron realizadas por los periodistas Alejandro Reyes Álvarez y Eduardo González López. El pasado y el futuro, sus sedes y su importancia. Experiencias y verdades de buena fe, voces que intentan atrapar a la justicia y posibilitar su existencia en nuestra vida cotidiana.

La grata experiencia de charlar con Flor de María López González considero que ha permitido exponer un espacio todavía difícil de permitir el acceso a una mujer, pero la voz de ella es muy significativa en este escenario de justicia.

“Ahora, al paso de los años -confiesa- reconozco que fui una mujer funcionaria que siempre trabajó con total dedicación y con los pies bien puestos en el piso. Apliqué con firmeza decisiones difíciles pero inevitables, logré el respeto absoluto de todas las personas que trabajaron conmigo. Tengo dos hijos que amo y que son grandes seres humanos en busca de sus sueños. Un hombre que me ama y -su voz se quiebra-… el año pasado perdí a mi padre y a mi madre -esas lágrimas también son de fortaleza, murmuró con respeto-, camino hacia el futuro y sí, como dice usted esa frase, no pensando en lo que va a pasar sino en todo lo que todavía sé que puedo hacer”.

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