*Los miedos de hoy son tangibles. Distan mucho de ser inducciones políticas y laborales para infundir temor. Están presentes en la cotidianidad y nos llegan con el paquete informativo, ya sea por medios tradicionales o en tiempo real, a través de Internet y su red de comunicadores, profesionales o no
A Ferruccio Tinghi, quien sembró el tema
GREGORIO ORTEGA MOLINA. Angustiarse y tener miedo pueden y no ser sinónimos. El contexto en que se use el término modifica -radicalmente- la idea, sobre todo debido a los cambios sociales en los que estamos inmersos como comunidad global y como integrantes de una nación.
Soren Kierkegaard sostiene que el concepto de angustia tiene su origen en las consecuencias previsibles de haberse vencido a la tentación, enormemente seductora: el conocimiento, ejemplificado en poder distinguir entre el bien y el mal. Saber, y tenerse en falta, desnuda no sólo el cuerpo, sobre todo el alma, la razón, los sentimientos, las emociones. La alegoría del traje del emperador explica con claridad las consecuencias de las decisiones equivocadas.
Con el paso del tiempo los conceptos de angustia y miedo se modificaron, hasta hacerlos distantes y mostrarnos que los seres humanos somo incapaces de cambiar. Nos damos por satisfechos al aprender a disfrazar nuestros propios sentimientos y culpar a los de enfrente o a los del pasado de los errores personales y sus terribles consecuencias. Equivale, una y otra vez, al asesinato del hermano. Caín nunca deja de matar a Abel.
Mary Shelley, Horacio Quiroga, Bram Stoker, Borges, Cortázar, Bioy Casares, Sábato, Henry James, Conrad, Charles Dickens, escriben literatura como producto de su muy personal concepto de angustia. Hoy son las actividades humanas y las decisiones políticas y económicas las que propician que, a pesar del bienestar personal, vivamos cotidianamente al borde de esa inquietud que sobrepasa los miedos inducidos por las creencias religiosas. Quizá es parte integrante de nuestras vidas.
Es estúpido considerar desaparecido el terror nuclear como consecuencia de la caída del muro de Berlín. Lo actualizan los desastres de las plantas nucleoeléctricas, los tsunamis sobre Fukushima, las amenazas de Bladimir Putin y el orate de Corea del Norte. No aprendimos la lección con Hiroshima y Nagasaki. ¿Olvidamos ya los hornos crematorios?
Los miedos de hoy son tangibles. Distan mucho de ser inducciones políticas y laborales para infundir temor. Están presentes en la cotidianidad y nos llegan con el paquete informativo, ya sea por medios tradicionales o en tiempo real, a través de Internet y su red de comunicadores, profesionales o no.
El vehículo para infundirlos y transformarlos en angustia permanente es el mismo: la imagen en tiempo real. Lo mismo desde la zarza ardiente que desde el oráculo de Delfos o las adivinaciones de los augures o las conferencias de prensa matutinas o para dar a conocer las advertencias de la invasión rusa a Ucrania.
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