ROGELIO HERNÁNDEZ LÓPEZ (SemMéxico, Ciudad de México). Las y los colegas con suficiente curiosidad y sensibilidad reporteril podrán confirmar que entre la población mexicana sigue creciendo la participación cívica, las manifestaciones masivas y otras expresiones de altos y distintos niveles de conciencia política.
Si quieren hacerlo tendrán que valorar los datos duros que ofrece el Instituto Nacional de Estadísticas, Geografía e Informática (INEGI) de su más reciente Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI). Allí se ratifica que ya es casi la mitad de las y los adultos que menosprecia a los partidos políticos tradicionales y que una tercera parte de las mexicanas y mexicanos aspira a un país con menos pobreza, más justo, seguro e igualitario.
El valor de los datos del INEGI es que derivan de una gran encuesta en domicilios, con métodos rigurosos y levantada en el segundo año del actual gobierno federal. Las encuestas son el instrumento más confiable para percibir momentos del ánimo masivo. Además, en este caso proviene de una institución pública que se ha labrado confiabilidad.
En la academia se estudian casos, con mucho empirismo o documentalmente, de los movimientos sociales de resistencia o de protesta y son menos las investigaciones más amplias que evalúen los distintos niveles de conciencia política que han ido adquiriendo amplios sectores de la población en los años recientes, politización que sigue empujando grandes cambios.
En la encuesta del INEGI, además de los valores descritos, se confirma, refuta o complementa los resultados de los todavía pocos estudios académicos amplios enfocados a comprender mejor los comportamientos políticos masivos recientes, más allá de los procesos electorales y de los movimientos cupulares.
Conciencia de libertad
Por ejemplo, entre las muchas respuestas obtenidas durante la encuesta resalta que el nivel de participación ciudadana frecuente ya supera a la quinta parte de la población mayor de 18 años (22.1 %). Esto equivaldría a que más de 28 millones 600 mil personas han realizado actividades relacionadas con asuntos públicos en los doce meses más recientes.
Estas actividades cívicas no siempre se registran periodísticamente: firmar peticiones de servicios, reunirse con otras personas para tratar problemas comunes, presionar por redes sociales, buscar apoyo de organizaciones sociales, participar en protestas públicas, acudir a los medios de comunicación, unirse a huelgas, bloquear lugares públicos, calles o carreteras, pintar bardas o edificios públicos.
Frente a esos niveles de participación colectiva por inconformidad se coloca en contraparte el nivel de desconfianza o de rechazo a los partidos políticos tradicionales y registrados legalmente. Un nivel de conciencia que se fue probando desde los comicios federales desde 1988 hasta la disminución a su mínima expresión electoral de los partidos que dominaban en el INE y en las cámaras legislativas.
En la encuesta del INEGI los partidos fueron puestos en el último lugar de confianza por la población mayor de 15 años. Casi 40 por ciento de los encuestados/as desconfían totalmente y apenas un 2.1 % confía en ellos. (ver gráfica)
Varios matices de esa conciencia colectiva de libertad se reflejan en otras preguntas y sus respuestas.
Por ejemplo, buena parte de la población mayor de 18 años (85.2 %) sabe que en las elecciones se reparte dinero y regalos para condicionar su voto y, además, que eso es delito. No obstante, casi una proporción similar (73.6 %) ha recibido dadivas o sabe de otras personas que lo reciben. Por eso contrasta que los regalos recibidos no crean adhesiones permanentes. Cuando confiesan sus simpatías por partido: sólo el 2.6 % es con el PRD; 10.8 por el PAN; 10.9 por el PRI.
Y esa comparativa contrastante de libertad de conciencia se refleja también en que la simpatía declarada por Morena (el partido del Presidente de la República) es apenas del 21.7 %, a pesar de que son mayores las proporciones de quienes aceptan haber recibido beneficios de los programas sociales en los últimos doce meses: 42.1 % las personas de 15 a 17 años; 29.3 de 18 a 19 años; 42.4 % de 60 años o más.
La actitud de cambio
El resumen ejecutivo de la encuesta de cultura cívica más reciente del INEGI ocupa 172 páginas, en la mayoría con gráficas.
Otras respuestas que resaltan son a la pregunta de ¿qué derechos (consideran) son los más importantes en un sistema de representación social?
(Ver https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/encuci/2020/doc/ENCUCI_2020_Presentacion_Ejecutiva.pdf )
Allí, a juicio de este reportero en las respuestas se traslucen cuatro grandes prioridades que explicarían la actitud masiva de cambio mostrada en los años recientes:
Un país con menos pobreza (32.7 %); un país más justo (30.4 %); un país más seguro (21.7 %); un país más igualitario (14.3 %). (Ver gráfica).
Este reportero ha tratado de documentar esa elevación de conciencia masiva de libertad, de participación política entre la población mexicana, para contrastar los análisis que se hacen en la prensa a partir de observar a personajes, gobernantes y partidos y que desestiman la inteligencia de las mayorías.
En julio de 2020, y noviembre de 2021 en ensayos pequeños se aportaron las siguientes reflexiones sobre el desarrollo de la politización masiva y la toma de conciencia política de libertad.
El militante de izquierda y analista David Cilia ha estudiado y documentado que al iniciar la politización actual eran cientos, luego miles, después cientos de miles y ahora son millones las mexicanas y mexicanos que hablan y participan en política como no lo hacían antes.
Cilia refiere que la participación política se intensificó desde los movimientos médicos y magisteriales de los años 50, de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971, de los movimientos cívico-electorales de 1988, de las radicalización indígena del 2000 y así sucesivamente hasta llegar a las elecciones federales de 2018, a las que, la mayoría de estudiosos/as, consideran los comicios de la gran insurrección cívica.
Y en ese contexto es inevitable insertar, como consecuencia, el desarrollo que alcanzó el movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador, que además en 4 años de gobierno en su estilo muy personal y poco visto, sigue estimulando esa toma de conciencia y politización masiva.
No solo las ciencias sociales facilitan entender los comportamientos masivos. Las ciencias exactas también auxilian con sus enfoques. Philip Ball, el doctor en física, químico y divulgador científico británico en su libro Masa Crítica, cambio caos y complejidad explicaría así el proceso mexicano:
“Cuando es muy alta la conciencia social se convierte en actuaciones políticas masivas. Esa politización es la capacidad para identificar las necesidades y problemas individuales con los colectivos que tienen comunidades, grupos o clases sociales y se convierten en motor de cambios de gobiernos, regímenes y hasta modelos económicos sociales.”
Norberto Bobbio, desde las ciencias sociales, ya había descrito en su viejo Diccionario de Política la relación de conciencia social y politización:
“… cuando el poder está en crisis, porque su estructura ha entrado en contradicción con el desarrollo de la sociedad, entra también en crisis el principio de lo que lo justifica. Ocurre esto porque en las fases revolucionarias, o sea cuando el aparato del poder se deshace, caen también los velos ideológicos que lo ocultaban a la población y se manifiesta a plena luz su incapacidad de resolver los problemas que van madurando en la sociedad. Entonces la conciencia de las masas entra en contradicción con la estructura política de la sociedad; todos se vuelven políticamente activos…”.
Al repasar cada gráfica de esta encuesta del INEGI, al valorar los distintos niveles de conciencia política y de libertad masiva que se han alcanzado (y que allí se confirman), es probable que se recuerde la repetida reflexión sobre los niveles de la conciencia política atribuidos al dramaturgo y poeta alemán autor del teatro épico, Bertolt Brecht:
Hay personas que luchan un día y son buenas. Hay otras que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenas. Pero hay quienes luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. Mirada de reportero.