TRAS LA PUERTA DEL PODER/ Cresencio Sandoval no compareció, fue solo invitado, pero ¡vaya zarandeada que se llevó!   

ROBERTO VIZCAÍNO. Hoy, 48 horas después, la interrogante es sólo una: ¿en verdad el secretario de la Defensa, el general Cresencio Sandoval no va a responderle al senador Germán Martínez?

Yo no recuerdo que nadie haya confrontado de tal forma al más importante jefe militar de México como lo hizo el senador Martínez, ex líder nacional del PAN, exsecretario de la Función Pública, exdirector del IMSS con Andrés Manuel López Obrador y senador primero por Morena y ahora del Grupo Plural.

Al general Sandoval no lo pudo salvar siquiera el manto protector que le tendió Ricardo Monreal, quien como presidente de la Junta de Coordinación Política estableció que el secretario de la Defensa sólo iba a mirar desde lugar privilegiado en la tribuna el desarrollo de la comparecencia de la secretaria Rodríguez.

Con el titular de la Defensa a su espalda, quien era invitado de piedra a la comparecencia de la secretaria de Seguridad Rosa Icela Rodríguez, el senador Martínez se saltó los acuerdos de Monreal e hizo al general el centro de la comparecencia.

Textual, le dijo:

Señorías, señor (Crescencio) Sandoval, mis palabras como senador de la república, en relación a las reformas que se sometieron a nuestra competencia sobre el mundo militar, ni fueron tendenciosas ni las movió interés o ambición personal, ni buscaron apartar a la ciudadanía de sus Fuerzas Armadas, como usted afirmó en septiembre pasado.

Quienes hemos hecho señalamientos a las tareas castrenses en ejercicio de nuestra labor legislativa, no merecemos su reproche, ¡no se lo acepto! ¡no soy su tropa!, ni debemos pensar igual.

Respeto al uniforme que usted porta, pero eso no lo hace más ni mejor mexicano. Soy, o intento ser leal a México, y no soy servil a nadie.

La dignidad no es un asunto de estrellas en el hombro, sino de mexicanos estrellados contra la ineptitud de sus gobiernos, y si acaso usted valiera más que otros mexicanos por sus insignias, entonces México estaría cerca de un autoritarismo milita.

Ninguna persona es más que otra en una república como lo soñó Benito Juárez. A los tribunales militares, Benito Juárez les cesó de conocer de negocios civiles. Juárez tenía clara la frontera entre civilización y militarización. Eso dije y lo sostengo, mi argumento entonces es tendenciosamente juarista.

El ejército es constitucionalista no presidencialista, no tiene dueño, nació contra él vendepatria Santana, el emperador Maximiliano, el dictador Díaz o el chacal Victoriano Huerta. Esta patria no es de un solo hombre.

Su tarea en seguridad pública debe ser de carácter civil, no sólo de mando civil, los tiempos del pensamiento único y la confusión nación-gobierno, partido-ejército no deben volver.

El ejército es pueblo uniformado, sí, pero portar armas no los eleva por encima del pueblo, los compromete con el pueblo. El general Presidente de México Lázaro Cárdenas heredó un reglamento de deberes militares de 1937 donde prohibió a los militares a intervenir en asuntos civiles, artículo 29, también limitó la expresión de ideas en asuntos políticos y religiosos, artículo 31, y por si fuera poco, en el artículo 92 dice más que a ninguno de los miembros en servicio activo: a los generales corresponde abstenerse en la forma más absoluta, e inmiscuirse en asuntos políticos del país directa o indirectamente.

¿Qué tratos y contratos hizo (Usted) en la secretaría de la Defensa con Alejandro Moreno (dirigente del PRI) el presunto delincuente -según la fiscalía de Campeche-.

Porque se metió en asuntos políticos, precisamente bajo el Castillo de Chapultepec, ¿usted, señor Sandoval, se siente autorizado para pisotear esas órdenes del general Cárdenas?.

La milicia tiene límites, y debe respetarlos. El fuero militar no le alcanzará a nivel internacional si se violan nuestra Constitución y los Derechos Humanos.

Quiero a mi ejército victorioso, derrotando a los criminales, feminicidas y asesinos de periodistas, pero también lo quiero obedeciendo a la ley. Le ordenaron hacer un aeropuerto, un tren, etcétera.

Usted obedece. ¿Y si acaso le ordenarán liquidar a un adversario electoral, también obedecería?

Del militarismo al fascismo sólo hay un toque de clarín, y dar el paso. Su equipo castigó a un teniente por no darle las botas correctas. ¿Ya castigo a los responsables de custodiar todos los papeles del ejército? Los guacamayos son militares descontentos. El gobierno salió de espoleta retardada para entender el enorme peligro de los delincuentes, pero de estopín instantáneo para entender que muchos de sus contratos no se licitan, sólo se adjudican sin fiscalización.

A los amigos contratasos, a los enemigos, a tirar balazos.

El descontento ya no se oculta. Privilegio marcial puro. En el lugar donde usted nos vituperó en septiembre murieron los Niños Héroes de Chapultepec. Ellos tuvieron unos compañeros de armas que pelearon por amor a México y no eran mexicanos, se batieron en muchas trincheras, incluida la batalla de Churubusco. murieron a manos del ejército invasor norteamericano, nacieron en otra Tierra Pensaban distinto, hablaban otra lengua, tenían otra bandera, verde y amarilla, que decía Irlanda por siempre. Tenían otro comandante, el capitán John Orrealy. No eran traidores, señor Sandoval, eran el Batallón de San Patricio.

Los mexicanos que pensamos distinto a usted, también amamos a México.

Aunque sólo seamos simples ciudadanos, luchamos en distintas trincheras, pero nos cobija la misma bandera.

Le respeto, señor Sandoval, ¡pero el alto mando de General sólo lo merecerá ante la historia!

Su carácter castrense, su historia personal, la dignidad que resguarda el ser el más alto Jefe Militar de la Nación, solo un peldaño menos que el del Presidente de la República, ¿no le exige responder?

Creo que no hacerlo sería una ofensa para todo miembro del Ejército que representa. Eso digo yo.

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