ROBERTO CIENFUEGOS J. Según observadores de la escena política nacional, los menos obcecados de uno y otro lado en que se divide hoy día el país, no hay que prestar tanta atención a lo que dice cada mañana el presidente Andrés Manuel López Obrador en Palacio Nacional. Sugieren, en cambio, atender más bien lo que hace para entender o comprender de mejor manera la gestión que encabeza el mandatario. Quizá haya razón en acatar y/o avenirse a esta recomendación.
Y es que habla tanto y de todos los temas, prácticamente todos los días, que es relativamente sencillo encontrar con frecuencia esta disociación entre la palabra y la acción presidencial. De igual forma resulta incluso fácil detectar un buen número de contradicciones en el discurso presidencial cotidiano, al que además no son del todo ajenas las falsedades y/o mentiras. Esto último, algo muy desafortunado en la conducta de cualquier persona simple y mortal, pero que preocupa en grado sumo a quienes como parte de nuestro quehacer seguimos el hacer y el decir de muchos funcionarios públicos, cuanto y más en el caso del Jefe del Ejecutivo nacional.
Además de registrar esas pifias constantes, algo -insisto- muy lamentable y contraproducente al fin y al cabo, el simple observador, no el opositor recalcitrante, constata un desgaste del discurso presidencial, cuyos ejes están más que marcados en la psique nacional. Y es que como nunca antes en la historia contemporánea presidencial, un Jefe de Estado del país había gobernado con tantas palabras. En fin, cosas de estilo y de erosiones elegidas.
Entre las construcciones y expresiones verbales del presidente, rescato ésta: “No me vengan con que la ley es la ley”. Al margen de intentar siquiera una disquisición al respecto, y sobre la que sólo diré que al menos preocupa que la pronuncie quien al asumir el mando político supremo del país se comprometió a cumplir y hacer cumplir la ley, cuanto más la constitución nacional, hay un caso, el de Notimex, la Agencia de Noticias del Estado Mexicano, en el que está absolutamente claro y patente la consecuencia concreta, real y palmaria de ese “no me vengan con que la ley es la ley”.
En el caso específico de Notimex, enfrentada a una huelga de casi mil días, queda en claro la absoluta congruencia entre el decir y el hacer presidencial. En Notimex, impera el criterio presidencial, según el cual es casi ridículo que alguien sostenga el imperativo de la ley. Con la descalificación de la ley, pues todo se ha podido hacer en Notimex. Así que no vengan a decir ni mucho a menos a argumentar que la ley es la ley porque eso es inútil. En realidad y de manera muy pragmática, en Notimex se ha ejercido el poder sobre la ley.
En Notimex, la ley ha sido el factor menos importante y aún inexistente en estos tres últimos años. Y eso no preocupa y mucho menos ocupa a quienes tienen responsabilidades establecidas en las leyes que rigen a este organismo público. Lamentable, claro. Tampoco voy a abundar aquí en las diversas leyes, normas y contratos que rigieron por 50 años en Notimex y que fueron violadas a partir del advenimiento al poder de la llamada Cuarta Transformación. Sólo diré que es muy grave y lamentable que se haya aplicado esta sentencia: “no me vengan con que la ley es la ley”. ¿Y entonces? ¿Qué sigue o qué queda luego de la ley? ¿Barbarie, acaso? ¿El poder absoluto y llano?
@RoCienfuegos1