EDUARDO MERAZ. Parece inconcebible, pero no lo es. El cambio de régimen del cuatroteísmo lleva implícito la conformación de un cuarto poder, el de los militares que han decidido, auténticamente por sus pistolas, desdeñar al Poder Legislativo, al cual trata de imponerle condiciones para explicar las causas del hackeo de sus archivos.
Ante la convocatoria de la Cámara de Diputados al secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval a informar sobre la vulneración de su sistema de cómputo, que ha dado lugar a un sinnúmero de revelaciones en los medios de comunicación, éste se negó a acudir a San Lázaro y que los legisladores vayan a las instalaciones de la Sedena.
A pesar de la aprobación del Congreso para que las fuerzas armadas realicen labores de seguridad pública y la ampliación del periodo en el cual podrán realizar esta labor, esta manifestación de soberbia del general secretario obliga a repensar si este trato privilegiado otorgado a la milicia del país vale la pena.
A los más de 10 mil millones de dólares presupuestados en 2023 para el ejército, la marina y la guardia nacional, deben sumarse otros miles de millones más por sus tareas en aduanas, aeropuertos y proyectos ferroviarios, e incluso la posibilidad de operar una línea aérea, le ha restado humildad al estado mayor de los militares mexicanos.
El respeto bien ganado de las fuerzas armadas, se ha visto desdorado por las revelaciones de GuacamayaLeaks, donde se da cuenta de fallas, omisiones y actos son atribuibles a sus propios descuidos, en muchos casos derivados de la diversificación de actividades encomendadas por su comandante supremo, en corto tiempo.
Sin embargo, eso no debe traducirse en que nada ni nadie estaría en posibilidades de solicitar explicaciones o la rendición de cuentas que por ley todos los servidores públicos deben cumplir, sobre todo cuando la seguridad del país corre riesgos por la violación a la seguridad cibernética de las fuerzas armadas.
La reunión con los diputados, en la sede del Poder Legislativo, representa una oportunidad invaluable para demostrar el apego al equilibrio de los poderes. Negarse a acudir a San Lázaro, como lo ha expresado el general Cresencio Sandoval es una muy mala señal no solo para la imagen del ejército, sino para la democracia misma.
El carácter superlativo otorgado a las fuerzas armadas, inclusive por encima de lo dispuesto por la Carta Magna, de ninguna manera significa sobreponerse a la tarea de vigilancia que atañe al Congreso de la Unión; mucho menos tratar de imponerle condiciones, como si fuera un subordinado.
El ejército mexicano no es infalible, como lo demuestra haber sido vulnerado por hackers, por lo que la postura casi de perdona vidas asumida por el titular de la Defensa Nacional debe ser motivo de preocupación. A nadie conviene el exceso de protagonismo verde olivo.
El Legislativo debe asumir una posición firme ante estas actitudes; impedir el enseñoramiento de las fuerzas armadas es consustancial a la existencia de la República y de la democracia. De lo contrario, estaríamos frente al germen de una dictadura.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación confirmó que el presidente totalmente Palacio Nacional y “la chica de rojo” incurrieron en calumnia contra legisladores de oposición que votaron contra la reforma electoral por llamarlos “traidores a la patria”.
@Edumermo