PULSO/ La maculada encarnación

EDUARDO MERAZ. Todo hace prever un final no feliz para el sexenio del presidente totalmente Palacio Nacional, al quedar ha descubierto la inmoralidad y desfachatez de su actuar al frente de la administración, sin respetar la investidura, ni su palabra ni a sí mismo, como ha quedado de manifiesto a través del hackeo logrado por Guacamaya Leaks y el libro “El rey del cash”.

A través de las revelaciones ahí narradas se devela la verdadera naturaleza sórdida del mandatario sin nombre como político y como persona, contradiciendo en forma casi absoluta su narrativa transformadora. Su palabra ha perdido valor, si es que alguna vez lo tuvo, después de tantas mentiras y promesas incumplidas.

El inquilino temporal de Palacio Nacional ha hecho del engaño y los cochupos su modus vivendi, pervirtiendo todo lo que toca con tal de satisfacer sus caprichos de alcanzar poder absoluto sobre personas y haciendas.

Y no se trata únicamente del titular del ejecutivo, sino del cuatroteísmo todo, pues no son pocos quienes han padecido la política errática, con base en ocurrencias, en donde en vez de pugnar por una distribución equitativa de la riqueza, en realidad se ha constituido en una generalización de la pobreza, al disminuir el nivel de vida de alrededor de dos terceras partes de la población.

La imagen de honestidad quedó hecha añicos, rota en mil pedazos, al quedar a descubierto el método de exacción de recursos públicos, a los trabajadores a su servicio y a hombres de empresa, desde sus épocas al frente del entonces Distrito Federal; ejemplo que se generalizó en estados y municipios gobernados por el PRD -en su momento- y por Morena.

Así, el cambio de régimen puede resumirse en que la “hermandad morenista”, perfeccionó el modelo instaurado por el negro Durazo en tiempos de José López Portillo, al transformar las “cuotas y entres” en “aportaciones forzosas”, no necesariamente del pueblo bueno y sabio.

Estas formas de chantaje y cobro de piso, permitieron a su movimiento tener un “cochinito” bastante abundante y, al mismo tiempo, permitieron al presidente sin gracia, evadir impuestos durante 15 años y llevar una vida bastante apartada de la austeridad republicana y de la pobreza franciscana, que exige para los demás.

Ante la dimensión de los delitos cometidos y hechos públicos en los días recientes resultan insuficientes los dichos presidenciales para negarlos, en especial cuando salen a relucir los vínculos de la clase gobernante con grupos de la delincuencia organizada, a cambio de apoyo económico y respaldo político.

En realidad, el mandatario sin lucidez nunca ha cambiado de opinión; siempre ha sabido que el único camino por medio del cual podría acceder al poder estaba empedrado de corrupción y decidió recorrerlo sin resquemores y sin vergüenza.

Por eso dice dormir sin sobresaltos, tener la conciencia tranquila y no avergonzarse a pesar de los 600 mil muertos por la pandemia, los 135 mil asesinatos, los más de 30 mil desaparecidos, alrededor de 300 mil niños y jóvenes que abandonaron las aulas.

Lo importante en todo caso es saber cuánto de los sobrecostos de sus obras insignia y otras compras de bienes y servicios irán a parar a las campañas morenistas y a los bolsillos de sus dirigentes y guía espiritual que, por lo visto, comulgan con la expresión de Carlos Hank González: un político pobre es un pobre político.

El presidente totalmente Palacio Nacional, en efecto, encarna el cambio de régimen, que, desde la perspectiva cuatroteísta, se traduce en políticos ricos con gobierno, democracia, seguridad, economía, salud libertades y población empobrecidos.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Para quitarse los reflectores de encima que lo desnudan, el mandatario sin nombre urgió a la oposición a designar a sus aspirantes a la Presidencia de la República e incluyó al senador Ricardo Monreal entre los precandidatos de Morena.

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@Edumermo

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