DULCE MARÍA SAURI RIANCHO* (SemMéxico, Mérida, Yucatán). No es novedad hablar de la política en términos de fauna. El mundo animal, del cual forma parte la especie humana, nos brinda perfiles de comportamiento que ilustran las conductas de alguna/os representantes populares y dirigentes partidistas.
Quizá el chapulín es el referente más socorrido para ilustrar los sorpresivos cambios que se han registrado en los últimos días y que tanto ruido han desatado en nuestra tierra, aunque su nombre proviene del náhuatl: “insecto que brinca como pelota de hule”.
Por analogía, esta capacidad de saltar de un lado a otro ha sido trasladada al mundo de la política. ¿Es “chapulín” Raúl Paz? Después del anuncio del senador sobre su cambio de grupo parlamentario he recibido varios correos de amigos/as lectores que, tras severos juicios sobre su acción, me hacen una pregunta: “¿tiene derecho a cambiarse de partido cuando votamos por él para representar el ideario y valores del PAN?”
Otros más me han preguntado sobre Mauricio Sahuí, excandidato del PRI a la gubernatura de Yucatán y su acercamiento con dirigentes del Partido Verde. Podemos continuar engrosando la lista con los nombres de la exgobernadora Ivonne Ortega -ahora diputada “naranja”-, Joaquín y Manuel Díaz, Celia Rivas, Liborio Vidal, Verónica Camino, Carmen Navarrete, etc., etc.
Al igual que sus homólogos del grupo de los invertebrados, las y los chapulines políticos van en busca de alimentos cuando sienten que el árbol que los cobijaba ha perdido su follaje en cantidad suficiente para causarles hambre. En un/a político falta de comida significa dificultad de acceso a candidaturas o lejanía del poder y de los recursos que lleva asociados.
El PRI y, recientemente, el PAN, son los partidos que mayor número de chapulines producen. Con algunas excepciones, el salto lo dan hacia donde consideran existe abundancia suficiente para saciar su apetito.
Por eso el destino preferido en los tiempos que corren es Morena, puesto que este Movimiento en el gobierno gana gubernaturas y presidencias municipales con candidato/as de los partidos rivales, marcadamente del PRI (las y los expanistas no han tenido esa misma suerte, recuerden a Ricardo Sheffield en Guanajuato y al propio Huacho Díaz, en el Xtokoy solar).
Otros de esta especie, con visión de futuro, han decidido migrar hacia Movimiento Ciudadano (MC) que representa una opción atractiva, aunque todavía lejana.
¿Es legal cambiarse de partido y de grupo parlamentario cuando como candidato/a se pidió y recibió el voto representando a un partido político, con un programa y una plataforma electoral específica?
Sí, es perfectamente legal. No existe disposición alguna que impida a un/a legislador/a trasladar su participación y su voto a otro grupo, así sea ideológicamente antagónico a su partido de origen. Para la Constitución, una vez electa esa persona tiene plena garantía de ejercer su responsabilidad sin coacción partidista alguna.
Solo conozco la limitante de la reelección consecutiva, que en el caso de las y los legisladores, tendrá que ser por el mismo partido que lo postuló inicialmente, a menos que haya renunciado antes de cumplir la mitad de su encargo que, en el caso del Senado, fue septiembre de 2021.
O sea, Raúl Paz no podría aspirar a la reelección salvo que lo postulase nuevamente el PAN o MC, aliados en la contienda de 2018. Suena bien como una disposición anti-chapulines, pero en realidad sirve al control de los partidos políticos sobre su grupo parlamentario. No obedeces y votas en el sentido que la dirigencia nacional indica, se te borra de la lista de reelegibles; pero, si te sometes, tienes vida política posible (eso les dicen).
¿Es legítimo que las y los representantes populares cambien de partido político una vez que han sido electos?
Desde mi perspectiva, no lo es. “Ko´ox virar”, decimos en Yucatán, pasarse al otro lado de la trinchera, a otro partido político o cambiar de ideología, cuando se trata de representantes populares, tiene una connotación distinta de un mero cambio partidista, pues recibieron la confianza de miles de personas que votaron por ellas,ellos.
Es decir, infligen un contrato moral realizado entre la o el candidato y parte de la ciudadanía, simplemente porque ya no se “acomodaron” y decidieron brincar a otro follaje más nutritivo. Por tanto, no puedo aplicar el mismo rasero al senador Paz que al excandidato Sahuí, quien solo se representa en este momento a sí mismo.
Al realizar esta afirmación entro al terreno de la ética y la moral, es decir, al sistema de valores que rige el comportamiento de la sociedad.
Otro animalito que permite describir comportamientos políticos actuales es el camaleón. Estos pequeños reptiles tienen la gran habilidad de cambiar de color según las circunstancias.
Si son legisladoras, legisladores, no hace falta cambiar de partido, sólo poner en subasta sus votos. Si son peces de “mediana altura”, son tricolores si el PRI gobierna; azules cuando se trata del PAN o guindas, color de moda en tiempos de MORENA.
También hay quienes no aspiran a ser representantes populares, sólo a sobrevivir en sus modestos empleos o a mantener sus abultados contratos de obras. Nada más.
La tiranía del espacio me impide abordar los actos de otra especie. Se trata de un ave de intenso color y llamativo plumaje. La Guacamaya causó la mayor filtración de documentos de la Secretaría de la Defensa Nacional, que ahora están a disposición de los medios de comunicación para su análisis y difusión.
Me la imagino como “Kinich-Kakmó”, “guacamaya de fuego con rostro u ojos de sol” que llegó para alumbrar las obscuridades de un gobierno negado a la transparencia y acceso a la información.
Se vale cambiar. No creo en la rigidez de las ideas ni de las conductas. La cuestión es cuándo y por qué. En lo personal, creo que tendría que haber alguna medida legislativa para desincentivar la “pesca” de diputados/as o senadores/as, de tal manera que se regulen esos cambios.
Pero recuerda, amig@ lector(a): tienes el poder de tu voto. A esos que en Yucatán llamamos “ko´ox-virar” podemos castigarl@s no votando por ellos-ellas-.
*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán