EDUARDO MERAZ. El caso Ayotzinapa, como punta del iceberg, viene a demostrar que al gobierno cuatroteísta no sólo se le hace el engrudo bolas, sino se está dando cuenta del craso error de haber dado excesivas tareas y concesiones a las fuerzas armadas, podría convertirlas en un ente casi invencible, insuperable -para usar el término de moda de la clase gobernante- y camino a una autonomía no exenta de riesgos.
Y no es exageración, el propio presidente totalmente Palacio Nacional, reconoció este jueve en su teatro en atril mañanero, que “se buscaba generar una rebelión al interior del Ejército”, para impedir que se procediera en contra de algunos integrantes de las Fuerzas Armadas implicados presuntamente en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero.
“Esa es la razón, precisó, por la que se solicitó la cancelación de 21 de las 83 órdenes de aprehensión solicitadas” por el Ministerio Público federal, luego de que la Comisión de la Verdad para el Caso Ayotzinapa dio a conocer sus conclusiones finales en agosto de este año.
Y es de tal magnitud el desconcierto en el oficialismo, que cada quien tiene sus propios datos e interpretaciones de lo ocurrido en septiembre de 2014 en Iguala. El martes en su comparecencia ante senadores, el secretario de Gobernación, dijo que únicamente fueron cuatro elementos del ejército los involucrados en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
En cambio, el mandatario sin nombre, sin gracia y sin lucidez menciona a cinco militares como participantes directos en los acontecimientos de hace ocho años. Y como no es cajita fuerte para guardarse nada manifestó: quienes no «creían» que sí se actuaría en contra de los militares y del ex procurador buscaron confrontar a los integrantes de la institución armada para que no se tocara a nadie; aunque, claro, se guardó los nombres de esos “creyentes”.
Es decir, estamos siendo testigos de unas vencidas verde olivo al interior del gobierno cuatroteísta, como nunca antes, en donde el Ejército y la Marina fueran protagonistas estelares de una historia que se ha politizado, a grado tal de asegurar que nadie saldrá ileso de este lance, por la pérdida de confianza entre unos y otros.
Las mil y una historias sobre los estudiantes normalistas, no necesariamente constituyen pruebas indubitables. Por el contrario, parecen tejer un manto protector hacia quienes cometieron el crimen, ya sea por iniciativa propia o en contubernio con las autoridades, locales, estatales y federales.
Los propios delitos de los cuales se les acusa, en ningún momento se menciona sea por homicidio, sino por asociación delictuosa y otros más, aun cuando el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, señaló públicamente al entonces coronel José Rodríguez Pérez de ultimar a seis de los 43 estudiantes, con base en la declaración de un testigo protegido.
Enfrascarse en un duelo de vencidas con las fuerzas armadas en los momentos actuales, parece ir más allá de esclarecer el caso Ayotzinapa y debería enmarcarse en la necesidad del propio presidente sin nombre de acotar la mayor autonomía relativa que ha otorgado a la milicia del país y asegurar su lealtad y presencia en las calles más allá de marzo de 2024.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Faltan mecanismos para resolver controversias en seguridad y migración, señaló el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, quien hizo notar que se han tenido algunas diferencias en los derechos laborales, energías limpias y otros sectores que han hecho uso de este mecanismo; sin embargo, persisten problemas en esos temas y podrían solventarse bajo esa figura.
@Edumermo