EDUARDO MERAZ. Pues nada, el presidente sin nombre, sin gracia y sin lucidez ha decidido seguir los mismos pasos de quienes le precedieron en el cargo y ahora, a contrapelo de los descalificativos aplicados a sus antecesores, decidió -cambió de opinión- para justificar la militarización de la seguridad pública y se mantenga la prisión preventiva oficiosa. La misma gata, nada más que revolcada, diría el clásico.
Con ello, su grito de batalla: no somos iguales, cae por su propio peso y viene a comprobar su proclividad al engaño y la mentira y, a final de cuentas, demostrarnos su afinidad con algunas políticas neoliberales, conservadoras, no vaya a ser que la realidad lo rebase y lo exhiba en su absoluta ineptitud.
Ciertamente están lejos de ser almas gemelas, pero como el mismo presidente sin gracia afirma: los extremos se tocan y en no pocas ocasiones se yuxtaponen liberales y conservadores, sobre todo en los renglones económicos y de seguridad pública.
En lo tocante a la Guardia Nacional y la prisión preventiva, en donde está más que dispuesto a aceptar la malhadada herencia recibida y a transitar por el mismo derrotero, aun cuando lo aderece con sofismas como combatir las causas, pues después de cuatro años no ha logrado aminorar -como falsamente afirma- la pobreza y la injusticia.
Existen alrededor de cuatro millones de mexicanos más en pobreza y pobreza extrema y la impunidad supera el 95 por ciento, de acuerdo a cifras oficiales, por lo cual ni el ejército en las calles ni la prisión preventiva oficiosa han servido para corregir el rumbo.
Pero eso sí, ante lo irrefutable de las evidencias -el mayor número de homicidios dolosos en lo que va del presente siglo y con miles de reclusos sin ser juzgados- ha decidido salir del closet del neoliberalismo y mostrarnos sus intenciones de contar con un grupo de élite, casi a imagen y semejanza de la gestapo, para intimidar adversarios políticos o a quienes se atrevan a cuestionar sus decisiones.
Desde la injusta prisión aplicada a Rosario Robles hasta la reciente advertencia hecha a los ministros de la Corte, ejemplifican con nitidez por qué eligió continuar con los esquemas iniciados por los ex presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña, pero llevados al límite del chantaje.
Mientras en otros campos su principal objetivo fue y ha sido destruir todo lo realizado antes de su administración -seguro popular, fideicomisos y fondos, estancias infantiles y un largo etcétera-, en materia de seguridad y prisión preventiva oficiosa aplica con rigor los métodos de los exmandatarios, sin importar si se cumple o no la ley, que para eso es el supremo poder de la mezcolanza llamada cuatroteísmo.
Así como el IMSS-Bienestar surge para esconder el fracaso de su política de salud, con todo y Birmex e Insabi; la incorporación de la Guardia Nacional al ejército lleva implícito el reconocimiento a su fallida estrategia de abrazos, no balazos, salvo cuando se trata del pacto de impunidad con los líderes del crimen organizado, a cambio de una pequeña ayuda electoral.
Tal vez este último elemento sea el de la verdadera diferencia entre el presidente sin lucidez y quienes ocuparon la titularidad del poder ejecutivo de manera previa. Es decir estamos frente a la misma gata, nada más que revolcada.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México, advirtió -como lo ha hecho en las semanas recientes y con bastante frecuencia- que el futuro de la relación bilateral entre ambos países no puede ser próspero si no hay seguridad. Quizá ahí esté el meollo del cambio de opinión presidencial.
@Edumermo