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JUAN CHÁVEZ. López Obrador ha venido entregando, progresivamente, más poder al Ejército que, paradójicamente, se vuelve más vulnerable.
El país, virtualmente, está ardiendo. Es un infierno, según quedó constatado la semana pasada, con el terrorismo incendiario que el narcocrimen operó en seis entidades, en las que incendio vehículos, farmacias y tiendas de la cadena Oxxo.
El “infierno” en México arrojó 341 personas asesinadas durante olas de violencia. En promedio, hubo 68 personas ultimadas por día entre el miércoles 10 de agosto y el domingo 14 de agosto.
El cirquero de Palacio aduce que los medios conservadores, sus enemigos, exageran las cifras, pero se advierte que un panorama tan violento, le es favorable para lograr la reforma constitucional que requiere para que la Guardia Nacional pase a formar parte del Ejército.
Tanta fortaleza al Instituto Armado hace notar la predilección que el presidente siente por la soldadiza y sus jefes, como los únicos seguros de proseguir con su proyecto de la cuatroté.
Pero surge la pregunta: ¿Tanta fuerza pa’qué? No hay estrategias preventivas, el gobierno obradorista carece de servicio de inteligencia. Los supuestos operativos de seguridad surgen a posteriori. Después de los hechos en los que aparecen los incendios provocados, los noticieros televisivos reflejan a las camionetas con soldados o elementos de la Guardia Nacional, recorriendo las zonas donde arden los vehículos, hay bloqueos de llantas incendiadas y negocios quemándose.
Guanajuato vivió doble jornada de terrorismo incendiario. Queman vehículos tras choque entre policías y delincuentes. Los nuevos enfrentamientos ocurren después de que a mitad de semana, el estado vivió una noche de terror. Se reportaron quema de vehículos en carreteras de los municipios de Juventino Rosas, Comonfort y Salvatierra,
Antes, el martes y madrugada del miércoles, Guanajuato había registrado ataques e incendios de más de 30 comercios y 26 vehículos en municipios como Irapuato, Celaya, León, San Francisco del Rincón, Guanajuato capital, Silao, Salamanca, Apaseo el Grande, Abasolo y Valle de Santiago.
Los ataques simultáneos fueron cometidos por integrantes de un grupo criminal, en respuesta a un operativo del Ejército en Jalisco sobre un encuentro de alto perfil entre dos bandas de la delincuencia organizada, según dijo el presidente López Obrador.
Con saber tanto, resulta inexplicable que el Domador no exija a sus conclapaches del Ejército y la Guardia Nacional que actúen preventivamente. Que detengan la mano negra del crimen organizado antes de que desate la nueva modalidad de su terrorismo.
No hay duda, los cárteles desafían al Gobierno con tácticas de narcoterrorismo, pero AMLO guarda silencio
El narcoterrorismo tiene dominados nuevos territorios done provocó los aparatosos incendios: Guanajuato, Jalisco, Chihuahua (concretamente Ciudad Juárez), Michoacán, Baja California y Veracruz.
La ola de ejecuciones, narcobloqueos e incendios desatada la semana pasada en distintos puntos del país refleja una concatenación de eventos que apuntan a dos tipos de narcoterrorismo.
El primero de estos y, el más radical, ocurrió en Ciudad Juárez en donde integrantes de Los Mexicles tomaron la decisión de atacar directamente a la población civil mediante el asesinato de nueve inocentes. Esto presuntamente en respuesta al homicidio de dos de sus miembros, en el Centro de Reinserción Social 3, a cargo del grupo identificado como Los Chapos.
El acribillamiento de un niño de cuatro años, una mujer embarazada, un adolescente, cuatro trabajadores de Mega Radio y otras dos civiles en calles de la ciudad fronteriza evidencia un tipo narcoterrorismo de alto nivel.
Y claro, qué se podía esperar del mal presidente que padecemos: Al referirse a los hechos, el evito utilizar la palabra narcoterrorismo, porque pondría en tela de juicio la estrategia de seguridad que tanto ha defendido a capa y espada. Y que no ha devuelto la tranquilidad a la población.
