DRINA ERGUETA (SemMéxico, La Paz, Bolivia). Tenía dos años y fue violada y luego asesinada a golpes. Los medios dicen que no tenía nombre así que las vendedoras de comida callejera de La Paz, Bolivia, la bautizaron, la llamaron Cielo Estrella y organizaron su sepelio, donde también la lloraron. El principal acusado, con el irónico nombre de Ángel y de apellido Tórrez ha sido detenido, como detenida está la madre a quien primero señalaron, de esa forma en que se señala a una madre que no es buena.
Hasta principios de julio se habían detectado 21 casos de infanticidio en Bolivia. Esta cifra, hasta la fecha, hace prever que este año terminará de manera similar a 2021, cuando hubo 46 asesinatos de niños y niñas. En la mayoría de estos casos las criaturas eran menores de tres años, como Cielo Estrella que es la víctima 22. En 2021, además, hubo 108 feminicidios y en lo que va de este 2022 ya llegan a 48.
La mujer y su pequeña hija habían llegado a La Paz desde Cochabamba hace unos días. Se instalaron en un alojamiento, a donde también llegó la pareja de la madre, Tórrez. Ella se ausentó y dejó a la niña al cuidado del novio, todo indica que éste la violó y la mató. El examen forense señala que ya había sufrido maltratos anteriores. Al volver por la madrugada, la madre encontró a su hija o muerta o inconsciente. La llevó a un hospital, donde la declararon muerta. Entonces, la mujer fue detenida.
En los medios fue resaltado el hecho de que siendo ella madre hubiera permitido que eso pasara y, en un principio, que fuera ella autora de las agresiones. Luego se supo que el violento era el novio, quien ya había abandonado a otros hijos y que tenía, además, antecedentes de violencia machista. Este fin de semana fue detenido.
Por un lado está la madre, vista de inicio como una especie de monstruo por lo que sucedió con su niña. Hay preguntas pendientes ¿Ella sufría también violencia machista?, ¿ella sabía lo que ocurría con su niña? Y si es que es tan mala ¿por qué llevó a la niña al hospital? Además, ¿por qué dejó a su hija con el novio?, ¿no será que es comerciante o que estaba fuera trabajando para su familia?
¿Qué hace presa la madre, si todo indica que fue el novio? ¿Por qué no pudo ir al sepelio de su hija? ¿No quiso o no se lo permitieron? y ¿en serio que la niña no tenía nombre?, ¿la madre no la llamaba de alguna manera? ¿Era tan insensible y desamorada que no le puso nombre siquiera? ¿No será que simplemente la niña no estaba inscrita en el Registro Civil porque no tenía padre? ¿O, si es que lo es, por pura ignorancia de la madre? ¿No estaría esperando que el novio reconociera a su hija?
En fin, una niña sin nombre y sin familia que vaya a su entierro ¿Cómo es posible que sean las floristas del cementerio las que se hagan cargo de un caso como este? ¿Dónde está el Estado en este «Año de la Revolución Cultural para la Despatriarcalización»? Hace unos días se promulgó una ley, la 179, que reduce las posibilidades para que feminicidas y violadores salgan de prisión sin cumplir su condena y que establece penas para jueces que lo permitan. Leyes importantes, pero el Estado tiene que velar por las víctimas, en asuntos básicos como su entierro, y no las vendedoras de comida.
Por otro lado, y finalmente, está el acusado, el supuesto violador asesino, violento machista reincidente. Ya no se trata de un violador que asalta a una mujer al amparo de la oscuridad, en una acción que Colette Guillaumin diría que es una muestra del poder colectivo masculino aleccionador de mujeres que salen a la calle a horas que no deben; se trata de alguien que, al amparo de la intimidad del hogar y aprovechando ausencias, toma a una niña como un objeto absoluto para satisfacerse, como si utilizara una puerta, igual de objeto. Hasta matarla. ¿Cómo explicar este acto?
Lejos de señalar a la madre ausente, hay que poner los ojos en él y los hombres deben sentirse interpelados. No puede ser que, siendo novios, se conviertan en sujetos de peligro por personas como Tórrez.