JUAN CHÁVEZ. Ahora, los estudiantes normalistas alfabetizarán a 4 millones 318 mil mexicanos que no saben leer ni escribir.
A cambio, según ofrecimiento de López Obrador, se les otorgará puntaje en la obtención de su plaza como maestro de enseñanza primaria.
Alfabetizar, no es problema de ahora. Jaime Torres Bodet, secretario de Educación Pública en el sexenio de Ávila Camacho, lo intentó, pero no tuvo herramientas para lleva a cabo el plan.
Repitió como titular de la SEP creada por Vasconcelos, en el gobierno de Adolfo López Mateos, en 1958 y entonces, arrancó el programa de alfabetización, que tuvo su primer arranque en los libros de texto gratuitos para los escolapios de primaria.
Luego surgiría el plan de alfabetizar, con la impresión de 10 millones de cartillas que distribuyó el Ejército por todo el país.
El problema toral, es el mismo de ahora: A los indígenas ¿se les castellaniza o se les alfabetiza en su lengua natal? Para la segunda opción había menos maestros. El nuevo Instituto de Alfabetización en Lenguas Indígenas era la opción, pero se malogró, acusó Torres Bodet.
Sin embargo, hubo adelantos significativos y López Mateos izó la bandera blanca en aquellos sitios donde se había conseguido alfabetizar a la población que no sabía ni leer ni escribir.
La secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez, señaló que esta acción es un esfuerzo para saldar una cuenta pendiente con la sociedad, con las personas que no saben leer ni escribir, cuyo rezago se debe abatir.
Al entregar 80 nombramientos a docentes egresados de escuelas normales del estado de México y de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), Gómez Álvarez exhortó a formar parte de este proceso de alfabetización y llenarse de satisfacciones.
También convocó a docentes jubilados a participar, porque, dijo, todavía tienen mucho que enseñar y mostrar gracias a la experiencia que han obtenido. Señaló que el derecho a la educación no sólo debe garantizarse a niñas, niños, adolescentes y jóvenes, sino también a los adultos que por algún motivo no tuvieron la oportunidad de realizar sus estudios.
Hay que esperar que el nuevo plan de alfabetizar no naufrague, como los de otros tiempos, desde la mitad del siglo pasado. Llevamos casi un siglo en los empeños por transmitir la educación a quienes, en el alfabetismo, pasan sinsabores y no pasan de engrosar los grupos de los miserables.
La pobreza es el mayor pivote en la población que no sabe leer ni escribir. Su premura es ganar para comer, no para ir a la escuela.
Resulta incongruente que el gobierno de López que desapareció las escuelas de tiempos completo, y que los padres de los afectados hayan tenido que recurrir al Poder Judicial para lograr el amparo que impidió tan irresponsable medida, ahora se preocupe por alfabetizar. De cualquier forma, hay que mirar para adelante y esperar que en el país disminuyan los analfabetas. Es por el bien de todos, es un punto importante para la economía.