SINGLADURA/ Una corcholata más

ROBERTO CIENFUEGOS J. (@RoCienfuegos1). Ya parece un juego, de esos que cuando niños practicábamos con base en la acumulación de corcholatas y unos cuantos pesos para intercambiarlas por algún obsequio en un camión de reparto. Hace unas horas, el presidente Andrés Manuel López Obrador “destapó” a la titular de Seguridad Pública y Seguridad Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, como una más de su colección cada vez mayor de corcholatas. Es claro que el presidente se divierte todo el tiempo con estos malabares en Palacio Nacional. Se divierte, sí, y es probable que su audiencia también encuentre atractivo este birlibirloque cada vez más frecuente con ese asunto de la sucesión presidencial. Así, hemos pasado del famosísimo “tapado” en la era del PRI, con características sui géneris sin duda, al corcholatismo presidencial en los tiempos de la 4T. Uno más de los cambios de esta era presidencial. De hecho, López Obrador también ya dio por muerto el “tapado” y en su lugar, habla de transparencia y deja ver con frecuencia el advenimiento de un nuevo juego, uno donde se exponen los nombres de numerosas corcholatas, así y al final sólo una de ellas podrá sentarse en la silla grande si es que repite Morena, claro, lo que también recuerda ese otro divertimento precisamente llamado el juego de las sillas. Este aún se practica en muchas reuniones familiares y/o de amigos, es uno donde la música define el ritmo y la emoción. Al final, el o la ganadora se impone por la velocidad de la reacción y el sentido del ritmo, quedándose con la última silla disponible conforme avanza el juego y se retiran cada vez más sillas hasta que la disputa se reduce a un par de participantes. Pudiera ser el caso del 2024. Veremos.

Así trae López Obrador a sus corcholatas. Más que un asunto político de primera importancia, el “destapador” como se autonombra el presidente, está midiendo casi seguramente la reacción de sus corcholatas y corcholates, quizá resulte válido este último término en el caso de los varones que lo acompañan en este sexenio, como son los casos en particular de Marcelo Ebrard, el hoy canciller y su colega al frente de la Segob, Adán Augusto López Hernández, paisano y hermano del presidente.

Con el destape de la más novel “corcholata”, aludo a Rosa Icela Rodríguez, se enriquece la baraja femenina. Claudia Sheinbaum sigue como la hija que quizá deseó tener el presidente y nunca tuvo. La apapacha a la menor provocación y hasta acaba de flanquearla esta semana en una matutina en el ex palacio del ayuntamiento, donde la refirió como una mujer inteligente, trabajadora e íntegra. Esto apenas unos días después de que la compadeciera ante las fuertes presiones que enfrenta por el colapso hace un año de la Línea 12 del Metro. Todo indica que es su predilecta, pero no lo de por hecho porque no sería la primera vez que sobreviniera un cambio de último momento o un acuerdo nuevo, o incluso ya alcanzado. Recuerde por ejemplo el caso de Arturo Herrera, proyectado para el Banco de México, luego descartado y recién nombrado en el Banco Mundial. Hay otros casos, pero quizá el de Herrera figure entre los más contundentes de ese ir y venir presidencial, a veces. Otro es Héctor Vasconcelos, hoy Senador por Morena y quien pudo ocupar la cartera de la Relaciones Exteriores. En fin, esa es otra historia.

Dijo López Obrador que ante los reclamos que recibió por no incluir en su lista de corcholatas, cedió aludiendo a Rosa Icela Rodríguez, quien se suma al elenco femenil de las suspirantes presidenciales por Morena, al lado de -imagínese usted- Rocío Nahle, al frente de Energía y hoy muy emproblemada con el proyecto Dos Bocas; y Tatiana Clouthier, la regañada titular de Economía por faltar a la consulta sobre la verificación vehicular de autos con una antigüedad de cuatro años en noviembre próximo. Pácatelas. Esta corcholata se abolló prematuramente.

Total que el juego prosigue, conforme dicte el momento y el divertimento presidencial. Este es uno de los entretenimientos más novedosos, donde el único que quizá no comparta demasiado el punto es nada menos que el senador Ricardo Monreal, el zacatecano que trae su propia historia. Ya veremos. Por lo pronto, a jugar con las corcholatas.

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