JUAN CHÁVEZ. La inseguridad en las comunidades apartadas, es el problema principal. El médico que se atreve a despachar en ellas, se queda a dormir en los destartalados centros comunitarios de salud. Ahí, en la soledad absoluta, pasa las 24 horas de todos los días en que recibe enfermos.
No hay campo para que los especialistas realicen su actividad; apenas un camastro y cero tecnología, ni rayos X, ni tomografías. Las consultas y las curaciones no cuentan con un surtimiento adecuado de medicinas.
En tales circunstancias, el médico está expuesto a ser linchado por los pobladores de las comunidades rurales. Muchas veces el peligro reside en los propios familiares que ven en el médico al mago salvador de sufrimientos en la salud… y a veces hasta de vidas.
Me tocó vivir la experiencia en Simojovel, Chiapas, donde el doctor que me atendió, tenía una ametralladora en el consultorio. Eso lo ignoran López Obrador y su secretario de Salud, el viejo Alcocer.
En una reunión del entonces gobernador de Chiapas con el presidente municipal, hacia las 4 de la tarde me sentí muy mal. No habíamos desayunado ni comido y de pronto surgió el “vámonos”. Javier López y su escolta salieron volados. Ya no pude abordar la camioneta y apenas arrancó, grité:
–¡Un médico! ¡¡Un médico!!. Estaba paralizado y de pronto, un hombre atravesó la calle y me contuvo para no caer al suelo.
–¿Qué le pasa?
–Me siento muy mal.
–Soy doctor, camine conmigo, ahí tengo mi coche.
Llegamos al centro de salud, me auscultó y me inyectó alguna sustancia, pero no tenía el suero que mi trastocado cuerpo reclamaba. Mandó a uno de sus parientes a comprarlo y ahí, acostado en el camastro, me tuvo por dos horas.
–Quiero quedarme aquí, le sugerí. Solo le ruego me dé algún calmante para poder dormir.
–No, me dijo. Se va usted a quedar en mi casa. Nomás que termine de pasar el suero, nos vamos.
En su casa, me acomodó en una recámara apartada de la construcción central y me dejó dormido.
Como a las once de la noche desperté, me puse de pie y encaminé mis pasos siguiendo la luz que iluminaba el comedor.
–¿Se siente bien?, me preguntó el doctor.
–Sí…
–Pues a cenar, acompáñenos.
Cené y escuché la conversación de los congregados.
–No vamos a permitir que los zapatistas sigan tomando nuestros ranchos, dijo alguno.
–Por eso estamos armados. Los repeleremos a balazos, señaló otro.
Inquirí por qué estaban en tal situación.
–Venga, me indicó el doctor.
Abrió la puerta de un clóset y miré sorprendido el arsenal que tenía ahí depositado.
–¿Doctor…? Ya no me dejó comentar, me atajó rotundo:
–Vamos a defendernos, ya es insoportable lo que está pasando…
Simojovel es una población a unos 150 kilómetros de la capital chiapaneca Tuxtla Gutiérrez y un par de semanas antes, las tropas del Ejército que resguardaban la seguridad de la población, la habían abandonado.
Los ranchos habían sido saqueados y los pobladores estaban, de facto, levantados en armas. Y el médico, estaba con ellos.
Eran los tiempos en que el EZLN mantuvo asolada la región de Los Altos y Simojovel, en la zona montañosa del norte chiapaneco, colinda con Ocosingo, un cuartel que fuera de los guerrilleros de Marcos.
¿Qué médico quiere ir a las comunidades rurales donde impera la inseguridad y no llegan las medicinas que en este gobierno no han sido compradas? Ese es el problema toral… aunque también se suma el de los médicos cubanos.