ISABEL ORTEGA MORALES (Guerrero). Cuando dejamos de sentirnos parte de algo, ya sea una familia, una pareja, una sociedad, un grupo, una organización, quitamos esa “pertenencia” en aras de una pertenencia distinta, y se deja de defender, de atender, de importar para ser observadores pasivos, de lejos, sin involucrarnos. Sin más damos la espalda y dejamos que ese “algo o alguien” sea importante o necesario.
Cuando el poder califica algo y le pone un mote, no solo busca reducir el carácter de personalidad de lo que habla o de quien habla, sino que también busca que quienes lo escuchan asuman de esa persona o grupo, ese nuevo carácter con el que lo asocia.
Siendo candidato a la Presidencia de la República el hoy Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, señaló al Candidato del PAN, quien había mostrado prendas de superación, como “Ricky riquín canallín”. Parecía una estrategia de campaña que, le había funcionado, porque además de provocar la hilaridad de sus seguidores, le restó personalidad al trabajo personal y político del también candidato presidencial. Pero lamentablemente una forma de destruir las instituciones ha estado basada en despersonalizar a la sociedad misma, a quitarle “sus valores”, a cambiarle el carácter de identidad que le atribuye a grupos o personas, como en el caso de Ricardo Anaya.
No solo fueron las mujeres a las que les resto el carácter de pensamiento, de defensa, de liderazgo, para situar sus demandas y movimientos en hilos que son movidos por un grupo conservador con un propósito, provocar su gobierno. No solo fueron los niños con cáncer que demandaban medicamentos para situarlos en golpistas. No solo fueron los periodistas a los que calificó de pertenecer a una mafia. Y quitó la oportunidad de soñar al situar como aspiracionistas a quienes buscan algo más para su vida.
Esta semana que concluyó ha terminado por quitar al Ejército Mexicano el de defensores de la patria para ser un ridículo grupo huyendo de “seres humanos” portando armas de grueso calibre, sonrisas sórdidas y burlona actitud terminaba por quitarle la personalidad, como ocurrió también en Guerrero cuando fueron retenidos por elementos de la UPOEG, Unión de Pueblos y Organizaciones Sociales, amenazados con ser maniatados y colgados del puente.
Que sucede cuando se quita personalidad a alguien o a algo? Le quita identidad, le quita respeto, le quita poder y lo descalifica en todo lo que haga o diga y lo coloca a merced de una masa amorfa que también va perdiendo el sentido de los valores. Somos una sociedad que está a merced de la destrucción de sus instituciones desde la familia, y no vemos que los liderazgos saquen el carácter para guiar a la sociedad en esta destrucción sin alternativas de desarrollo. Cuando dejamos de saber quiénes somos, dejamos de defender a la sociedad.