Las periodistas mexicanas y su larga lucha por la libertad de prensa
ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). Leo en voz alta:
“La prensa libre es esencial para la paz, la justicia, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Ninguna democracia está completa sin acceso a información transparente y fidedigna, que es el pilar clave para crear instituciones justas e imparciales, hacer que los líderes rindan cuentas y decirles la verdad a las autoridades.” António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas… Y me surgen mil preguntas, nada que celebrar, un panorama desolador, profesora de la asignatura de Historia de los Medios e investigadora decidida a hacer visibles a las mujeres, evoco esa lucha de nosotras por la libertad de prensa que este 3 de mayo se asoma con rostro triste:
Ahí está Laureana Wrigth, pionera del feminismo en el México del siglo XIX, quien criticó la política del presidente Manuel del Refugio González Flores, 1880-1884. Le atacó por su injusto proceder con los trabajadores y por este motivo iba a ser expulsada del país. Por su apellido, se le acusó de extranjera y de estar interviniendo en cuestiones de índole nacional.
Ahí están Juana Gutiérrez de Mendoza y la hidalguense Elisa Acuña Rosete, con su periódico fue Vesper, cuya línea editorial desde el primer número se reconoció como crítica y de denuncia constante. Las dos periodistas fueron duras en sus opiniones contra la dictadura de Porfirio Díaz, quien las encarceló y persiguió con tintes violentos por todo el país.
Ahí está Guadalupe Rojo que siguió editando Juan Panadero para ejercer el periodismo crítico y valiente que desarrolló su esposo hasta ser asesinado por la dictadura de Porfirio Díaz. Diez veces pisó la cárcel y siempre salió para volver a editar su periódico.
Ahí está Dolores Jiménez y Muro haciendo huelga de hambre al ser encarcelada una vez más por su compromiso absoluto con la denuncia en cualquier espacio periodístico.
Ahí está Elvira Vargas, una de las primeras reporteras mexicanas, amenazada por los empresarios extranjeros que robaban nuestro petróleo y que ella valientemente denunció en su periódico El Nacional.
Ahí está Susana Vidales, reportera del primer periódico hecho por mujeres en el siglo XX, Cuestión, perseguida y amenazada por su postura ante el aborto, al considerarlo una decisión de las mujeres.
Ahí está Alaide Foppa que dejó huérfana a la primera revista feminista en México, FEM, cuando ella fue secuestrada y desaparecida en Guatemala.
Ahí está Lydia Cacho que, pese a las amenazas y secuestro sufrido, declaró: “No voy a retractarme, porque humillaría al periodismo. Yo no tengo el poder económico, ni el político sino el poder de la verdad y de la ética de millones de personas que denuncian la corrupción”.
Ahí está Regina Martínez Jovencita, delgadita, pequeña, cabello negro hasta la cintura, enjundiosa, estricta, investigadora comprometida, periodista por siempre. “La buena periodista que tanta falta hace a un país desangrado” pero que fue asesinada y nos dejaron sin ella.
Ahí están María del Rosario Fuentes Rubio, Marlene Valdez García, Jazmín Martínez Sánchez cuyos casos siguen sin resolverse porque “no se ha reconocido relación del crimen con su actividad periodística”.
Ahí están Indira Gascón García, Anabel Flores Salazar, Zamira Esther Bautista Luna cuyos asesinatos siguen doliendo, cuyos nombres no deben olvidarse.
Ahí está Miroslava Breach Velducea periodista asesinada en su camioneta mientras esperaba a su hijo, periodista valiente y crítica, cuya escritura siempre iba acompañada de la palabra denuncia.
Ahí están Judith Paula Santiago, Leslie Ann Pamela Montenegro, Alicia Díaz González cuyas voces daban voz a todas, a las olvidadas, a las marginadas, a un México que duele y hoy ellas también nos duelen pues sus asesinatos siguen lastimando nuestra alma.
Ahí está Soledad Jarquín, con esa fuerza y ese ejemplo, buscando justicia luego de que hija Sol fue asesinada mientras cubría una campaña política en Oaxaca. ¿Cómo consolarla? Uniéndonos a sus gritos de protesta, a su lucha que no descansará hasta encontrar a los culpables.
Ahí está Lourdes Maldonado cuyo nombre escribo entre lágrimas e indignación, con la consigna de no dejarme vencer por el dolor y denunciar, que la muerte de una periodista comprometida nos fortalezca pese a creer que ya no se puede más con tantas reporteras asesinadas por cumplir con su deber, por creer en esa libertad de prensa.
Hoy, es 3 de mayo, día de la libertad de prensa, que no olvidemos cada nombre, cada pérdida, cada derrota, cada instante en que tomamos aire para comprometernos a fortalecer esa libertad de prensa, que duele, pero que jamás asustará a quien realice el periodismo que nos aproxime a la utopía de un México mejor.