MARÍA MANUELA DE LA ROSA AGUILAR. A casi dos meses de la invasión a Ucrania, Rusia todavía no ve coronadas sus ambiciones, o más bien, Vladimir Putin no ha logrado satisfacer su ambicioso proyecto de apoderarse de ese país, al que seguramente visualizó pequeño, indefenso e inadvertido para el mundo, luego de su éxito al anexionarse Crimea en el 2014. Error que Occidente no debe olvidar.
La población de Ucrania no sólo ha demostrado que tiene dignidad y un gran valor para defender su tierra, sino un líder que fue subestimado, un presidente que no obstante haber ganado unas elecciones con más del 70% de los votos, fue valorado parcialmente bajo el prejuicio de la comicidad de su profesión. Hoy el mundo ha podido ver a un hombre convincente, que ha movido no sólo a la opinión pública mundial, sino al pleno de las naciones.
Error de cálculo, si, la estrategia falló, o tal vez no la estrategia, porque el verdadero, el estratega profesional difícilmente se equivoca, porque sus cálculos se sustentan en informes precisos, analiza con objetividad desde todos los ángulos posibles, con la prospectiva de todos los campos del poder y sólo entonces presenta su estimación, no improvisa.
Sin embargo, cuando la decisión viene de las entrañas, de los impulsos y ambiciones, de los deseos y el ejercicio del poder dictatorial, no vale ninguna recomendación, porque como todo régimen autoritario, lo que cuenta es sólo la opinión del que manda. Y esto sucede en Rusia, como en algunos otros lugares. Y quienes pagan son los pueblos.
No son sólo los ucranianos los que están pagando el tributo de sangre, sino el pueblo ruso, que ha sido sometido por siglos y lo sigue siendo. Hoy también llora por la ausencia de sus muertos en campaña, porque muchos de sus hijos ni siquiera han sido repatriados. Se estima que unos 14,200 militares rusos han muerto durante esta invasión, muchos de ellos reclutas.
Fuertes, contundentes han sido las sanciones internacionales contra Rusia, pero Putin no cede, piensa que la tenacidad y la “perseverancia” lo hará ganar. Lo cierto es que el rublo cayó el 60% de su valor desde el inicio del conflicto y de acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional, en el 2022 la economía rusa caerá un 8.7%, pero también Bielorrusia, su aliando en esta guerra, tendrá un déficit de -6.4%. Pero esta crisis no sólo afecta a Rusia, sino a todo el mundo y las repercusiones ya se están dando, incluso se está planteando una posible hambruna por la falta de granos.
Por su parte Ucrania ha tenido pérdidas por alrededor de los 556,000 millones de dólares debido a la guerra. El país prácticamente está destrozado y la reconstrucción podría llevar décadas. Pero de aplicarse las sanciones respectivas de acuerdo al Derecho Internacional, Rusia como agresor y posiblemente Putin, si es juzgado por crímenes de guerra y de lesa humanidad, tendrá que pagar los costos de la guerra.
Pese a los resultados que ha obtenido Rusia, que pensaba que hacerse de Ucrania iba a resultar muy fácil. Vemos como también China mira codiciosamente a Taiwán, en tanto que su propio pueblo muere de hambre: debido al repunte de la pandemia del Covid-19, todo Shanghái fue puesto en confinamiento. Estamos hablando de una población de casi 25 millones de habitantes, que se ha quedado sin suministros, no sólo de medicamentos, sino de comida. La gente clama por comida, por medicinas, pero el gobierno chino, implacable y con una gran falta de sensibilidad desoye las súplicas de su gente, que como ha dejado de producir, está siendo olvidada y se desconoce la cifra de muertos.
Shanghái es uno de los principales puertos del mundo, uno de los centros económicos más importantes y ocupa el primer lugar respecto al volumen de la carga que maneja con casi 600 millones de toneladas al año. Matar la gallina de los huevos de oro no parece muy sensato. Y menos tomar a Rusia como paradigma si el gigante asiático decide invadir Taiwán. Aunque escuchar a los estrategas y asesores no es costumbre de ningún dictador.