SARA LOVERA* (SemMéxico, Ciudad de México). Hace más de 10 años en plática reflexiva con la entonces, Directora General de Igualdad y Diversidad Social del Gobierno de la Ciudad de México, Patricia Patiño Fierro, llegamos a la conclusión de que la “ayuda”, “beca “o “pensión” nacida durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en la capital del país, fue, sin duda, un reconocimiento al trabajo del hogar, no remunerado, de miles de mujeres mayores de 65 años.
Era la primera pensión de vejez, para hombres y mujeres sin historia laboral lo que indirectamente fue un reconocimiento para las amas de casa, cuyo trabajo es poco valorado todavía hoy, y todos los años de trabajo doméstico y cuidado de enfermos y ancianos.
Nos reímos mucho. Esa “ayuda” incluyó, sin discriminar, a cualquier mujer mayor. Y nos reímos porque el hoy presidente de la República, unos meses antes, en 2005, había vetado cualquier posibilidad para aprobar la Interrupción Legal del Embarazo ILE y, como ahora, desestimando al movimiento feminista y amplio de mujeres. Entre 2000 y 2006 nunca recibió a las feministas, intentó destruir los Centros de Mujeres y cegó programas tan importantes como el de estimulación temprana para los niños y niñas de la capital, impulsado por Clara Jusidsman durante el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas.
Contradictoriamente 20 años después, como pudo observarse en todo México este domingo 10 de abril las personas mayores aportaron el voto duro para la consulta ciudadana llamada de Revocación del Mandato, en realidad renovación. Ellas llegaron hasta en silla de ruedas, tempranito, que, como un gesto de agradecimiento, enmarcada en la propaganda del partido en el poder, depositaron una opinión favorable al régimen. ¿Cómo no?, si además esa “ayuda” creció y se expandió en los últimos 3 años, aún exigua, garantiza como máximo la adquisición de una canasta básica mensual que libera, a muchas mujeres, de la dependencia, familiar cuando ya es difícil sobrevivir.
Viudas, enfermas, acompañadas de sus maridos o hijas/os, dieron entrevistas, hablaron de “su presidente”. Tardaremos en saber el porcentaje exacto. Pero son las mismas que acuden a los mítines que acostumbra López Obrador; contaron, en algunos casos con transporte y fueron bien tratadas por los funcionarios y funcionarias de casilla.
Este ejercicio de opinión nos dejó entre otras, esta lección. A la dádiva de buena intención, se responde con lealtad inquebrantable. Según el INEGI en México unos 15 millones de personas tienen más de 60 años. No digo que fueron las únicas en acudir el domingo, pero sí, las vi haciendo largas colas, las retrataron las y los periodistas.
Los resultados del domingo, -más de 17 millones votaron- dejaron en claro que se ratificó la confianza del proceso, de las y los morenistas, un ejercicio en el que, a pesar de los obstáculos políticos y económicos, evidenció que el Instituto Nacional Electoral INE es un árbitro confiable y da certeza a los resultados. El INE logró organizar y garantizar la votación, en paz, fue eficiente y transparente. La primera confianza fue de quienes atendieron las mesas receptoras, ciudadanos y ciudadanas elegidas al azar; opinión generalizada es que hubo confianza en que serían contados y bien contados los votos; que las quejas y denuncias serán procesadas, y eso fortalece al INE vilipendiado por el poder.
Ello debería hacer reflexionar al presidente López Obrador y a Morena. Sé que es pedir demasiado, pero el INE sigue siendo la institución autónoma mejor posicionada en la opinión pública, a la luz de todas las encuestas y como órgano colegiado es el árbitro mejor calificado internacionalmente. Sería razonable, si cabe, que López Obrador lo pensara y mágicamente dejara atrás su hostilidad y golpeteo. Veremos.
*Periodista, directora del portal informativo semmexico.mx