EDUARDO MERAZ. Mientras el presidente sin nombre, sin estatua y sin gracia anda extraviado en su laberinto revocatorio y justificando que la riqueza de su vástago es modesta, el 70 por ciento de los vulnerables mexicanos resentimos la carestía, la inseguridad y la falta de oportunidades, con una economía que no crece y un gobierno peleonero.
La mediana fortuna del primogénito, si se le compara con los ingresos de cerca de 90 millones de mexicanos, deja de ser modesta y resulta ofensiva para quienes a duras penas logran sobrevivir al adverso entorno en el que se encuentran y que dista mucho de equipararse al de Palacio Nacional o la casa de Houston.
Los exabruptos mañaneros del habitante del Palacio del Bienestar, de poco o nada sirven de consuelo a la mayoría de la población que cada día ve deteriorarse su poder de compra. Cuando el precio de las tortillas está a punto de alcanzar el valor de la gasolina, es signo inequívoco del deterioro en el que nos encontramos.
Y duele más cuando nos damos cuenta de la preferencia gubernamental por subsidiar y dejar de cobrar impuestos a los combustibles para que no aumente su costo, en lugar de canalizar esos recursos a impedir el encarecimiento de la canasta básica. Así las prioridades presidenciales.
El continuo proceso de precarización al que se enfrenta la población, es directamente proporcional al deterioro del gobierno, cuyas acciones simplemente no dan resultados o al menos los que la gente espera.
Conocedor de las limitaciones de su gabinete, el mandatario sin nombre cada vez recurre más al circo mediático para tratar de ocultar su fracasada política de primero los pobres. En poco más de tres años, la pobreza gana terreno, ante la impavidez de la clase gobernante.
Pero la descomposición de la acción gubernativa del cuatroteísmo trasciende fronteras y genera un clima de desconfianza en que tenga la capacidad para hacer frente a los problemas económicos y de insatisfacción social que empieza a cobrar auge.
Ya hay señales provenientes del exterior que ven a México como un país poco confiable. Ha habido recientes manifestaciones de nuestro principal socio comercial, que hablan del desencanto que les ha causado el presente gobierno.
Una de las manifestaciones más significativas del descontento estadounidense, es la determinación de la administración Biden de dejar de lado los programas “Sembrando Vida” y “Jóvenes Construyendo el Futuro”, para apoyar directamente a los países centroamericanos con proyectos productivos propios.
Decisión que no sólo se basó en los escasos resultados que dichos programas han arrojado en México, sino por la opacidad con la que son manejados los recursos públicos, con lo cual se confirma que las cosas no se están haciendo bien.
Otra señal, es la decisión de llevar a cabo un marcaje estrecho del gobierno estadounidense hacia su vecino sureño, tanto en materia económica, ambiental y energética, así como en el ámbito de la seguridad. De ahí las constantes y frecuentes visitas de funcionarios para certificar que se están cumpliendo los compromisos adquiridos.
De igual manera, ha habido expresiones poco comedidas de funcionarios y legisladores norteamericanos, demandando extremar la vigilancia a las acciones del gobierno cuatroteísta, en particular de carácter económico, por incumplimientos al Tratado de Libre Comercio (T-MEC).
El circo mañanero ya no le alcanza al mandatario sin gracia para esconder la modestia de la riqueza familiar y la medianía de los logros gubernativos.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
La economía mexicana crecerá 1.1 por ciento este año, debido a que la inversión permanece débil y la inflación en combustibles y alimentos afectará el consumo, estimó Moody’s. También calculó que el crecimiento promedio en la actual administración será de 0.3 por ciento, lejos del cuatro por ciento prometido.
@Edumermo