MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN. ¿Bajo la alfombra el caso del enriquecimiento explicable del hijo mayor del adalid de la honestidad valiente?
Dice que ya no se pertenece y que su pecho no es bodega. Y…
¡Por supuesto! Andrés Manuel López Obrador se asumió como Su Alteza Serenísima y traicionó a Andrés Manuel López Obrador y se dice víctima de aquellos que traicionaron a Enrique Peña Nieto, a quien llama “el payaso de las cachetadas”.
Ni hablar, así es el licenciado presidente. Y como no queriendo se declaró infidente, violó la confianza que en él depositó Peña Nieto cuando paseaban por Palacio Nacional y conversaban de asuntos privados, harto privados. Pero…
¡Ay, Andrés Manuel!
Se confirma que en él nadie puede ni debe creer, aunque hay una franja de ciudadanos que le profesa algo más que simpatía, unos merecen respeto, otros son como considera a los eurodiputados: borregazos.
Bueno, bueno, hay fanáticos y oportunistas, vividores de este nuevo oficialismo color guinda, la casaca de Morena con gorra y chaleco. ¿A poco no?
Así, al inicio de semana, el Duce abrió la carpeta de la delación, la infidencia con identidades de las que dio el perfil y los llamó traidores a Peña Nieto hoy, dice, golpistas que atentan contra su administración, pero no ha caído en la cuenta de que en esa cruzada febril dizque para desmantelar al neoliberalismo se ha convertido en un neoliberal aliado de los principales dueños del dinero en México, ese poder fáctico de las grandes ligas.
Y reparte prebendas y asume defensas a ultranza en favor de quienes caen justamente en ese grupo de beneficiados de los gobiernos del periodo neoliberal, como el ingeniero Carlos Slim que también lo fue de su gestión como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal.
No es secreto de naturaleza alguna. ¿Por qué asumió el costo de la reconstrucción del tramo dañado de la Línea 12 del Metro? Interesante la operación que acalló denuncias de deudos de las víctimas mortales del metrazo.
Nadie sabe, nadie supo y el justiciero de Palacio, es decir, el licenciado presidente arropó a su alumna destacada, la doctora Claudia Sheinbaum quien de pasada encubrió a la directora del Metro, Florencia Serranía, quien dejó el cargo con el manto de la insultante impunidad.
Y nadie en prisión, nadie por esa criminal obra en la que el honesto y demócrata Mario Delgado Carillo, gerente del Corporativo Morena, tuvo una alta responsabilidad como jefe de las finanzas de la administración de Matcelo Ebrard en la jefatura de Gobierno del Distrito Federal y ordenó construir la L12. ¿Qué le parece?
Sí, érase que se era un líder mostrenco cuya ambición por el poder fue de tal grado que se asoció con quienes le dieron garantía de protección y luego les pagó favores recibidos, como a sus mecenas Ignacio Ovalle Fernández y Manuel Camacho Solís, poderoso jefe del entonces Departamento del Distrito Federal quien falleció investido senador morenista.
¡Claro!, rencoroso como es, cobra facturas y Rosario Robles Berlanga es el mejor ejemplo de la venganza personal de Su Alteza Serenísima, aunque erró con Carlos Ahumada, a quien pretendió traer extraditado de Argentina, pero éste le exigió dejarlo en paz, so riesgo de que pusiera en circulación videos en los que funcionarios de la 4T aparecen involucrados en asuntos de corrupción.
¡Ah!, pero he aquí al justiciero licenciado presidente, Su Alteza Serenísima que tiene una tribuna privilegiada para desprestigiar, insultar y estigmatizara sus enemigos, construir escenarios a modo para distraer al ciudadano de los asuntos graves, preocupantes como la crisis económica cuya existencia niega.
Esa tribuna en la que la bancada mercenaria se asume periodista y le sirve preguntas a modo, le pauta la posibilidad de explayarse en temas que distraen la atención popular. Así le toca el turno a Enrique Peña Nieto. Y la joven asistente a la mañanera que le da pie al tema.
“¿Por qué están optando Claudio X. González y los traficantes de influencia y los periodistas vendidos o alquilados —más que periodistas, los dueños de los medios de información convencionales, no todos, pero sí la mayoría— o los intelectuales orgánicos, a qué apuestan?”, pregunta Andrés Manuel I y se responde con ese cantadito barriobajero:
“¡Al golpismo!, al golpismo mediático. No es el que haya un golpe de Estado militar. ¡No! Es tener al gobernante que no se les arrodilla en salmuera, a fuego lento, con guerra sucia, permanente, con campañas de calumnia, con desprestigio para buscar socavar su autoridad moral y política. Por eso hablo de golpismo”.
Pero, finalmente dueño del poder se asume invulnerable, fanfarronea frente a su público en la mañanera de inicio de semana:
“No les ha funcionado ni les va a funcionar, pero es muy interesante que la gente lo sepa. Lo que quieren es tener un presidente débil porque ¿qué sucede cuando el presidente es débil? Ellos roban a sus anchas, eso ya lo hemos vivido”.
Así, blofea, se dice historiador y se asume superior, mejor que Enrique Peña Nieto, a quien va destinado el calificativo débil, cuando desde su ronco pecho, infidente, lo delata:
“Yo no voy a olvidar cuando me entrevisté con el presidente (Enrique) Peña, siendo él todavía presidente constitucional, y yo presidente electo, y en la plática me dice: ‘Me traicionaron’. Como yo soy historiador, llega una segunda reunión, ya le dije: ¿Y quiénes fueron? Pues para saber. Pues ya me dijo, pero eso no tengo por qué darlo a conocer, eso investíguenlo ustedes –dice a sus oyentes–, que son mirones profesionales”.
Alguien le pide nombres y cómo Peña Nieto benefició a quienes lo traicionaron.
“Sí, sí –responde apresurado Andrés Manuel I–, que les dio todo, todo, todo, les condonó impuestos, les dio contratos y lo traicionaron.
“Porque, no sé si se acuerdan —ooootra vez la prensa–, los medios apoyaron al presidente Peña, lo elevaron a rango supremo con lo mediático, eso no se debe de olvidar, sobre todos los jóvenes, porque ya de estas cosas no se sabe mucho.
“Además, siempre dicen nuestros adversarios, sobre todo los de pensamiento conservador, los que no nos quieren: ‘Eso es pasado, ya no’. No, cómo no, el que no sabe de dónde viene, no va a saber hacia dónde va, cómo vamos a declarar el fin de la historia, no. ¿Quieren que nos dé amnesia? No.
“Bueno, lo elevaron y después le dieron la espalda, hasta lo convirtieron en el payaso de las cachetadas, burlándose de él”. Dice y miente como respira, porque ha dicho que él es el presidente más atacado de la historia.
¿Quiénes traicionaron a Peña Nieto? Su Alteza Serenísima los identificó: son los mismos que hoy son oposición.
¡Ay!, el licenciado presidente, pobre licenciado presidente víctima del pasado porque, urge a sus escuchas, su dócil barra mercenaria en la mañanera, “si le rascan un poquito, ni siquiera mucho, la proclama o el pronunciamiento o la condena de los diputados de Europa sale de aquí, tiene que ver con Claudio, con Aguilar Camín, con Krauze, con los mismos de aquí, que tienen una acción desplegada, los del bloque conservador (…)”.
Bueno, bueno, ¿qué le parece?
¡Ah!, ¿eurodiputados Injerencistas y borregos porque le dijeron la verdad? Memoria selectiva; respuesta dictada con el hígado, que lo evidencia tal cual. ¿Olvida cuando aplaudió una declaración del Parlamento Europeo que condenó el caso Ayotzinapa, tiempos de Peña Nieto? Érase que se era un recalcitrante opositor que se transformó en falaz inquilino de Palacio. Digo.
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