SINGLADURA/ El crimen tiene permiso

ROBERTO CIENFUEGOS J. Duele y seguirá doliendo que prácticamente cada fin de semana, México pague con sangre la incapacidad gubernamental para cumplir su primera responsabilidad: garantizar el derecho de todos y cada uno de los 130 millones de mexicanos a preservar su integridad física y patrimonial.

Sin esto, es prácticamente imposible la viabilidad del país y por supuesto la funcionalidad y aún la propia existencia del Estado mexicano. Cualquier estado incapaz de proteger la vida y patrimonio de sus gobernados, está condenado tarde o temprano al fracaso, así sostener esto parezca radical.

Pero jamás será radical pedir el cumplimiento de la obligación primaria de cualquier estado, su razón esencial de ser.

Con desfachatez extrema o cinismo absoluto, suele comentarse que los asesinatos en México se suceden especialmente entre miembros de grupos criminales rivales, en un intento obvio, grosero y mezquino de minimizar los hechos de sangre que se registran casi en forma cotidiana en cualquier punto de la adolorida geografía nacional.

El argumento se extiende ahora para encubrir, disimular o aminorar la gravedad que reviste el asesinato en serie de periodistas. Se asienta, con un juicio que se pretende informado y analítico, que los asesinatos de periodistas se suceden como consecuencia de los “malos pasos” en los que presuntamente andan los periodistas ultimados, un total de 4 sólo en el primer mes de este año.

La víspera se dio a conocer el asesinato en Tijuana de Marcos Ernesto Islas Flores, hijo y sobrino de periodistas, y editor del portal Notiredes.mx

La pregunta obligada y básica es: ¿bajo qué condicionantes este nuevo asesinato o cualquier otro sería menos grave? ¿En serio? Al margen de que se investiguen, comprueben y castiguen eventuales delitos conforme a las leyes que se dice nos rigen  ¿Avalamos en automático el y/o los asesinatos que se perpetran casi a diario en el país? Porque esto es lo que tácitamente se hace cuando se emiten juicios personales o políticamente interesados al respecto. Dictaminamos en consecuencia la validez de un crimen.

También apenas el sábado, al menos 16 personas murieron asesinadas -si, asesinadas- en el estado de Zacatecas. Estos crímenes, conforme a una manida y deleznable costumbre ya, fueron atribuidos a enfrentamientos entre organizaciones criminales que mantienen una disputa por el control territorial. La fórmula de vincular estos crímenes a la delincuencia organizada, funciona para justificar la irresponsabilidad en el cumplimiento de la ley, pero también para aminorar la gravedad de este tipo de hechos. Déjalos que se maten solos podría ser resumida la consigna oficial, que redundaría en una autoexculpación e incluso en una menor carga de trabajo.

Sobre estos hechos, el fiscal general de Zacatecas, Francisco Murillo, dijo lo que siempre se dice en estos casos: se iniciaron las investigaciones para determinar la identidad de los cuerpos y la causa de la muerte.

El gobernador zacatecano, David Monreal, reaccionó con un “No vamos a ceder. Seguiremos actuando con responsabilidad y mucha firmeza”. Tanta como revelan los hechos criminales.

Hace menos de un mes, Zacatecas fue el escenario de un tétrico escenario cuando se encontraron diez cuerpos dentro de una camioneta abandonada a un lado de un enorme árbol de Navidad, a las afueras del Palacio de Gobierno de Zacatecas.

En el 2021 la violencia recrudeció en Zacatecas con la multiplicación de enfrentamientos y los hallazgos de cadáveres colgados en puentes y otros sitios públicos. Todo esto se ha explicado como una consecuencia de las  disputas entre los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.

A finales de noviembre, el gobierno federal envío de 850 elementos de la Guardia Nacional a la capital de Zacatecas y otros 390 a nueve municipios del estado que ni siquiera tienen policía municipal.

López Obrador admitió que la contención de la violencia representa uno de los retos en los tres años que le quedan a su sexenio.

De acuerdo a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana durante el 2021 hubo 33.308 homicidios, una baja de 3,6% respecto del 2020.

¿Hasta cuándo seguiremos en esto? Si solo se lograra contener el crimen, sólo eso, se abriría una nueva etapa en México, esa sí profundamente transformadora.

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