SALUD LABORAL/ Dimensiones de la misión corporativa

JOANA ELIZABETH SALINAS*. Ante el actual fenómeno de la Gran Resignación o búsqueda de trabajar por algo más allá de una percepción monetaria, así como para agilizar procesos y respuestas al mercado, las empresas detectaron que un propósito claro actúa como norte y timón de las operaciones y le confiere orgullo de pertenencia a su grupo de colaboradores y empleados.

Sin embargo, si bien la misión se convirtió en la columna vertebral de las acciones de resiliencia ante la crisis de Covid-19, inflación y un mercado recesivo, hay quienes lo visualizan aún como otra moda corporativa.

Así, es hora de reemplazar la verborrea trillada con declaraciones de impacto.

No se trata de una acción superflua. Menos ahora que las empresas se consideraron fundamentales para el cambio social y desplazaron a instituciones seculares como gobierno y partido político como ejes del cambio.

Sin embargo, las declaraciones de impulsar una misión, que inicialmente funcionaron como propulsores de la adecuación a las expectativas del mercado y los stakeholders en general, ahora ya resultan superfluos e insuficientes.

Si en un momento se impuso la declaración de propósito para ayudar con la retención y el reclutamiento, las empresas también la adoptaron para impulsar respuestas ante la crisis. Olvidaron, sin embargo, que no se trata de imponer un lenguaje vago y poco comprometido en las organizaciones, sino aumentar la credibilidad y confianza.

Entonces, los líderes deben cambiar los propósitos difusos a declaraciones más tangibles y concretas sobre el impacto que la empresa tiene en la sociedad.

No es simplemente una cuestión de semántica, sino que el propósito tenga un impacto significativo.

Es decir, no basta enunciar que impactamos positivamente al mundo, sino referirse a qué acción concreta, medible y cuantificable, se hace con determinada acción. Por ejemplo, generamos x número de empleos, promovemos la inclusión en las comunidades en las que operamos a través de… Es decir, establecer acciones concretas y mensurables.

Es cierto que ya es obligatorio en algunas jurisdicciones que las empresas respalden sus reclamaciones. Sin embargo, en México aún no se legisla al respecto. La transparencia en la misión tiene que ver con el impacto que genera en nuestros distintos públicos.

Por ejemplo, los empleados exigen que las empresas rindan cuentas de sus reclamos y respalden sus palabras con acciones. Lo mismo ocurre con proveedores, inversionistas y clientes. Así, para cada acción debemos enunciar ¿qué recursos asignamos para demostrarlo?

Por supuesto, los objetivos y metas no deben desconectarse del trabajo real de la empresa. Sino vincularse más directamente a la estrategia de la organización, para que el propósito y la estrategia se sientan más integrados.

La «arquitectura social» de una empresa, como se le llama a la estrategia, propósito y valores, debe ser sólida, aceptada y susceptible de marcar todas las áreas de operaciones corporativas. Es decir, asumir la responsabilidad de un rendimiento medible.

*Socia directora de Coperva

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