MUJER Y PODER/ Vergonzoso Festejo

NATALIA VIDALES DE BITTERLIN (SemMéxico, Hermosillo, Sonora). Todos los derechos humanos establecidos en las Constituciones tienen limitaciones y excepciones. Por ejemplo, el derecho al libre tránsito está limitado por el respeto a la propiedad particular o a las zonas reservadas; el de la libertad de expresión, a que no vulnere la vida privada de las personas; la de poseer armas de fuego, hasta cierto calibre, etcétera. E incluso el derecho a la vida tiene sus limitaciones: por ejemplo, tratándose de la aplicación de la pena de muerte, o en el caso de la legítima defensa.

Pero acaso el derecho a la vida del nonato, en el seno de la madre, sea el que tiene más excepciones para terminar con ella (seguramente porque no tiene como defenderse por su cuenta).

Aún las legislaciones más conservadoras, como sucede en la mayoría de los estado de nuestro país tienen despenalizado  –después de separados los poderes de la iglesia y del estado  a mediados del siglo XIX, en que ninguna causa del aborto era  tolerada —  el aborto eugenésico y el eutanásico ( cuando  el feto presente anomalías genéticas, malformaciones o enfermedades graves); el terapéutico ( cuando esté en riesgo la vida de la madre); el que se provoque accidentalmente,  o cuando el embarazo sea producto de una violación. Y leyes más “progresistas” permiten ahora en varios estados el aborto por causas económica y sociales (cuando la madre tenga ya suficientes hijos en estado de pobreza y no pueda mantener ni uno más), hasta el extremo donde la madre dispone, sin más, interrumpir su preñez, con la única limitación — como sea es otra reserva–   que lo decida y lo practique dentro de las primeras 12 semanas de la gestación. Y este último punto es el que ha causado más polémica (la cual no vamos a detallar porque es infinita).

Baste decir que la antropología nos enseña que, al inicio de la humanidad, no se vinculaba   el acto sexual con el embarazo, ignorancia que hoy nadie podría considerar como causa para exculpar un aborto. Entonces, quedando claro que todos sabemos las consecuencias de las relaciones sexuales, no habría excusa, al menos en principio, al respecto. Y menos habiendo, no solo profilácticos en cada esquina –y gratuitos en los centros de salud–, sino incluso la llamada “píldora del otro día” (en los casos de necesidad irrefrenable de placer o para complacer a la pareja inmediatamente) para evitar el embarazo, la inoculación mensual, etcétera.  Sin contar con el sistema natural del “ritmo” de ovulación para las y los mojigatos (relaciones solo en los días previos e inmediatos posteriores a la menstruación) y, desde luego, la vasectomía o el ligamiento.

Entonces el embarazo es, hoy, como nunca, difícilmente un “accidente”, sino más bien una irresponsabilidad que incluye el descuido, o el jugar con el azar (con la vida del nonato de por medio). Y, para esos casos se ha promovido el aborto voluntario. Qué pena.

En descargo de los estados del país ( esta semana  se sumó Guerrero, para un total ya de ocho entidades que lo permiten) en que se atiende en el servicio público de salud  a las abortaras, hay que apuntar  que el porcentaje de “reincidentes” ( para las cuales tampoco hay sanción) es mínimo, ya que en los hospitales se les educa e informa para evitar embarazos posteriores  “ no deseados” ( expresión absurda si, como quedó señalado,  nadie ignora las consecuencias del coito), sin olvidar, ni un momento, tampoco, que la experiencia del aborto y todo lo que lo rodea: sentimientos de frustración y culpa, señalamiento  familiar y social, son ya unos disuasivos suficientes,  y esos sí efectivos,  para volver a cometer el mismo error.

Por lo demás,  y ante el ridículo  festejo en Guerrero tras la reforma de ley que despenaliza el aborto sin causa  –en vez de tomarlo, en todo caso, como un “mal necesario” y como una pena, así sea con un  “ni modo”,  por la muerte de los inocentes que significa–   no deja ser una grotesca coincidencia que  las   activistas  en pro del aborto  hayan escogido el color verde oscuro  como representativo de su movimiento, porque ese chamagoso  tinte es  –amén el de los residuos médicos y el de los peores  humores humanos–   el atribuido al vómito de las personas poseídas por satanás,  y que suelen expulsar al ser exorcizadas.

*En SemMéxico respetamos la pluralidad y la libre expresión, nuestra colaboradora está contra la ILE, pero se conserva su opinión.

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