LA CUMBRE QUE EVIDENCIÓ LA GRAN “GRIETA”

“…en una fortaleza, ninguna grieta puede considerarse pequeña.” Las Brujas de Salem, Arthur Miller

MARCELA JIMÉNEZ AVENDÁÑO. Para muchos analistas, la IX Cumbre de las Américas significó un fracaso para la Administración Biden. La ausencia de los jefes de Estado, además de los tres vetados -Cuba, Nicaragua y Venezuela-, de Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras y México, provocada en parte por Andrés Manuel López Obrador quien apostó a la politización y polarización, enfrentó el latinoamericanismo con el interamericanismo.

Esta postura, seguida también por otros gobiernos, representó un enfrentamiento directo con  Estados Unidos y con cualquier posición en pro de la democracia, al tiempo que mostró públicamente una alineación con los gobiernos latinoamericanos cercanos a la Alianza Bolivariana, sin importar que entre los objetivos de este evento a celebrarse cada tres años en el seno de la Organización de los Estados Americanos, esté el de promover todo lo contrario a lo que encarnan: el fortalecimiento de la calidad y compromiso democrático.

Lo cierto es que, independientemente de la pérdida de influencia norteamericana en el continente, la celebración de la Cumbre dejó en claro la profundización de la “grieta”, metáfora utilizada en Argentina para definir la diferencia entre dos visiones polarizantes que dividen al país, pero que bien puede aplicarse a la fractura que hoy presenciamos en la región y, lamentablemente, también en el resto del mundo y que, sin ser ideológica, si está cimentada en el odio y en el fanatismo que potencia el culto a la personalidad a partir de explotar las deficiencias de la democracia y su incapacidad para satisfacer las necesidades más básicas de la gran mayoría.  Una grieta que se ha convertido en el caldo de cultivo para el arribo de liderazgos antidemocráticos que rayan más bien en la autocracia.

Y esta grieta se hace cada vez más amplia en la medida que se incrementa el poder de las autocracias rusa y china en varios países de la región, a través de la concreción de alianzas estratégicas que han derivado en contratos para proyectos de infraestructura macros, el otorgamiento de préstamos multimillonarios e, incluso, su involucramiento en el sector militar.  Esta peligrosa interdependencia es, en gran parte, resultado de los espacios abandonados por Estados Unidos.

Si bien la Declaración de Los Ángeles, documento compromiso signado por los países  representados en dicha Cumbre, aborda un tema bastante sensible y de apremiante atención al establecer los lineamientos para provocar el asilo de migrantes y refugiados a lo largo del continente, al tiempo de procurar la disminución del flujo migratorio, no se corresponde con la urgencia de fortalecer los canales regionales y multilaterales para atender los otros graves problemas hemisféricos como el rápido deterioro ambiental, los altos índices de pobreza y desigualdad, el combate al crimen organizado, la gobernabilidad democrática y varios etcéteras más.

En resumidas cuentas, esta Cumbre de las Américas mostró la evidente división entre los gobiernos demócratas y autócratas entre los países miembros y, el resto de los retos que enfrenta el hemisferio, además del migratorio, incluyendo el de reconstruir la unidad de una región cada vez más polarizada.

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