LA COSTUMBRE DEL PODER/ ¿Podrán los militares detener la violencia en las calles u oxigenarán el fuego?

GREGORIO ORTEGA MOLINA

*Si a la violencia en las calles sumamos lo que puede ser el incendio de la voluntad popular a través de las redes sociales, con el propósito de que la desobediencia civil se convierta en la piedra de toque de la presión fiscal sobre el gobierno que cree haber llegado para la eternidad, entraremos de lleno a esa tormenta perfecta que superará los efectos de un huracán “5”

Causa preocupación la reacción de esa parte de la sociedad que puede llamarse engañada, sentirse frustrada, sin detenerse a considerar que son corresponsables de lo que hoy sucede, porque cuando de defender sus derechos constitucionales a través del sufragio y la denuncia pública, permanecieron con los brazos caídos y las mentes en blanco.

Somos testigos de lo que sucede en buena parte de la república. La extorsión delincuencial y el engaño por parte de las autoridades propiciaron la anomia de buena parte del México bueno y sabio, sin considerar que lo que se mueve detrás del rumor y la narco violencia, resultará más dañino que la militarización, la sobrerrepresentación y las consecuencias de la reforma judicial.

Además de la extorsión, está ese comportamiento por parte de la 4T y su máxima autoridad hasta ayer, instalado en la autocomplacencia, satisfecho porque está seguro de haber transformado moralmente a los mexicanos (escondido en la base naval de Icacos, para que no le mancillaran la dignidad presidencial, sin considerar que él la tiene manchada desde que decidió romper el mandato constitucional), cuando buena parte de ellos se aprestan a convocar -o lo hacen ya-, a través de las redes sociales, a una desobediencia civil soft primero, para escalar gradualmente conforme a la respuesta manifiesta en la actitud de los que acuden, en silencio, al llamado de hacer patente su rechazo a lo que ocurre.

Lo sucedido desde el 29 de agosto en Culiacán, como reacción al desmedido apoyo de Andrés Manuel López Obrador al gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya -e involucrar en ello a la doctora Sheinbaum Pardo-, crecerá en violenta intensidad, porque los narcotraficantes se consideran agraviados por la traición al deportar a Ovidio Guzmán, lo que exige una respuesta por parte de ese crimen organizado que se sintió insertado en el humanismo moral mexicano.

Si a la violencia en las calles sumamos lo que puede ser el incendio de la voluntad popular a través de las redes sociales, con el propósito de que la desobediencia civil se convierta en la piedra de toque de la presión fiscal sobre el gobierno que cree haber llegado para la eternidad, entraremos de lleno a esa tormenta perfecta que superará los efectos de un huracán “5”, a los que, por cierto, poco o nada se han preocupado por aliviar. Guerrero es un polvorín, como Chiapas, Michoacán, Tamaulipas, Sinaloa e Internet, el todo atizado desde un teclado y una o muchas imágenes.

Si deseamos que llueva sobre mojado, permanezcamos inertes ante lo que se anuncia como una respuesta a través de la desobediencia civil.

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