LA COSTUMBRE DEL PODER/ Carstens, inteligencia y éxito en silencio (III/III)

*¿Dónde estamos parados ahora? ¿Comparte, la sociedad entera, idénticos intereses y confianza en su gobierno? ¿Están identificados los objetivos? Por algo le felicitación de Andrés Manuel López Obrador a Agustín Carstens fue tan elogiosa, con palabras tan elocuentes. Todos perseguimos los mismos intereses, identificada en la confrontación social permanente, atizada desde la tribuna presidencial cada conferencia de prensa matutina. ¡Arriba y adelante!

GREGORIO ORTEGA MOLINA. Políticas públicas y economía deben tener, por fuerza, un objetivo común: el desarrollo armónico de la sociedad, sin la necesaria utopía de la igualdad a rajatabla. Convivir sin lesionarse unos a otros, establecer relaciones armoniosas entre los diversos segmentos sociales, con el propósito de evitar la absurda deformación de ricos en exceso y pobreza transformada en miseria. Ni cresos ni muertos de hambre.

Hubo un proyecto de nación, hasta que los excesos de uno y otro lado, quebraron el pacto social. La corrupción destruyó lo que más se necesita para que la economía sea el andamiaje que sostiene las políticas públicas. No hay confianza social, jurídica, ni siquiera moral.

¿Por qué es tan necesaria esa confianza? Agustín Carstens nos ilustra: “¿Qué elemento identificaría como el ingrediente fundamental para asegurar el éxito de las políticas públicas? El concepto envolvente que resume mi respuesta es el inmenso valor que reviste la confianza de la sociedad en las políticas públicas.

“Es pertinente comenzar por definir el concepto de confianza en las políticas públicas. Se podría decir que corresponde a la expectativa de la sociedad de que las autoridades actuarán de manera predecible en la persecución de objetivos predefinidos y que, además, serán exitosas en su cometido.

“¿Por qué es importante la confianza? Si el público la tiene en el actuar de las autoridades, incorporarán dichas acciones en la determinación de su propio comportamiento. Como resultado, aumenta la probabilidad de que las autoridades consigan sus objetivos. Además, la confianza alimenta la legitimidad de las políticas. Con ella, el público estará más dispuesto a aceptar acciones que impliquen costos en el corto plazo a cambio de beneficios en el largo. En pocas palabras, la confianza es vital para la efectividad de las políticas.

“Ahora bien, la confianza se adquiere encadenando cumplimientos de objetivos. De ahí la importancia de establecer metas de política claras, pues proveen una referencia contra la cual las acciones de política pueden ser evaluadas: el éxito o el fracaso de las mismas se puede identificar. Pero establecer objetivos únicamente no es suficiente. Las autoridades deben también tomar acciones decisivas en persecución de los mismos, en particular cuando el entorno cambia.

“También existe un proceso de retroalimentación positivo en la dinámica de la confianza. Si las políticas son efectivas y legítimas, será más fácil para las autoridades la consecución de sus objetivos, lo que a su vez retroalimenta la confianza, entrando así en un círculo virtuoso. Sin embargo, esta dinámica también puede operar en sentido inverso y, en ocasiones, a gran velocidad. En el extremo, si la confianza se evapora, la capacidad de hacer políticas públicas efectivas desaparece. Por tanto, un reto permanente es preservar la credibilidad…”.

¿Dónde estamos parados ahora? ¿Comparte, la sociedad entera, idénticos intereses y confianza en su gobierno? ¿Están identificados los objetivos? Por algo le felicitación de Andrés Manuel López Obrador a Agustín Carstens fue tan elogiosa, con palabras tan elocuentes. Todos perseguimos los mismos intereses, identificada en la confrontación social permanente, atizada desde la tribuna presidencial cada conferencia de prensa matutina. ¡Arriba y adelante!

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